¿Por qué detesta tanto Andrés Manuel López Obrador a las clases medias?
Porque, además de las respuestas obvias de que tienen mejor educación y más acceso a la información, no dependen de sus dádivas para subsistir y, por lo tanto, no tienen esa obligación electoral con quien suponen que les puede dar o quitar un apoyo elemental de supervivencia.
En México, hasta antes de este régimen, se formaban clases medias con un mejor acceso a los servicios de salud, de vivienda o de educación. Pero todas esas prestaciones sociales que daban independencia se canjearon por “siervo de la nación” que llega a la puerta con las dádivas asistencialistas “a nombre del presidente López Obrador” (frase escuchada una y otra vez entre los beneficiarios).
Las clases medias trabajan, reciben un sueldo, pagan impuestos y no ven correspondencia de sus trituraciones en muchos de los servicios públicos que reciben y por lo tanto cuestionan a sus gobiernos. Así que estorban al populismo.
Un estadista quisiera ver un aumento de las clases medias sobre la pobreza, aunque el resultado sea una población que entienda y que cuestione. Un populista quiere más pobres que le deban el sustento y se lo agradezcan de forma permanente.
Los populismos se nutren de la pobreza y la pobreza se reproduce en la informalidad. México tiene una fuerza laboral mayoritariamente instalada en ese espacio oscuro de incumplimiento.
De acuerdo con cifras del Inegi al arranque de este año 32.1 millones de personas que obtuvieron algún ingreso, trabajaron en la informalidad.
Tras las elecciones se podrá evaluar la forma de operar del modelo clientelar-electoral, pero a nadie sorprenderá que sus mejores resultados los obtendrán en aquellas entidades donde predomina la informalidad y la pobreza de la mano.
Sin embargo, es evidente con base en resultados de elecciones anteriores. A mayores índices de informalidad y pobreza, mayor dependencia del asistencialismo y mejores resultados para sus causas electorales.
Aquí estos ejemplos que pueden proyectar resultados electorales. Los estados con mayores índices de trabajo informal, de acuerdo con la más reciente Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo al cierre del primer trimestre de este año, publicada ayer por el Inegi, fueron Oaxaca, con el 81%; Guerrero, con el 79%; y Chiapas e Hidalgo, con el 71%.
Esos cuatro estados están gobernados por quien controla los recursos presupuestales federales y por lo tanto la repartición de los programas asistencialistas, llamados del Bienestar y, con todo, son los estados que reportan el mayor porcentaje de pobres entre su población.
Y, por el contrario, las tres entidades con el menor número de trabajadores ubicados dentro de la informalidad fueron Coahuila, con el 34%; Chihuahua, con el 35%; y Nuevo León con el 36%. Ninguno de esos tres estados es gobernado por Morena.
Claro que hay un desprecio a las clases medias, informadas e independientes, que no tienen que cambiar su voluntad electoral por recursos públicos condicionados al voto.
Ahora, hay ciudadanos que no tienen carencias económicas básicas que han tomado la decisión de entregarse ante el líder carismático. En esos casos habría que explorar las teorías de significado y propósito sociales, de la mano de las habilidades para crear narrativas y desarrollar un culto a la personalidad.
@campossuarez