Sin duda me equivoqué, no sé si más que muchos o menos que otros, no importa. No distinguí la diferencia entre la fuerza de la razón y la razón de la fuerza. Hoy está claro.
Hace tres semanas escribí lo que era una elección de Estado, el domingo pasado viví una elección de Estado. Claudia Sheinbaum Pardo (CSP) es, no sólo Presidenta electa, es mucho más que eso; será la mandataria con más poder en nuestra historia.
Los tres años de campaña de Claudia fueron impecables e implacables; el ejército de Siervos de la Nación, López Obrador operando día y noche a su favor, Sheinbaum concentrada en obtener un poder que le permitiera lo impensable: ni siquiera necesitar a AMLO.
Con paso firme, prescindió uno a uno de todos sus adversarios; de Marcelo, de Adán Augusto, etcétera. Nunca ha necesitado voltear a ver a nadie, ni dentro ni fuera de Morena. No conoce rivales.
Muchos creímos que una participación ciudadana pacífica en concentraciones no vistas desde hace décadas -haciendo un llamado al respeto a la ley y a las instituciones- era suficiente para frenar al régimen. Visto lo visto, nos faltó un punto de radicalidad, que no de violencia, para confrontar al poder autocrático de AMLO en sus mismos términos.
Hoy, la sensación de ese 29 por ciento de electores que votamos por Xóchitl, va desde la más enorme sorpresa hasta una incredulidad que raya en la negación. El proceso vivido el domingo desde las 18:00 horas dejaba ver que algo estaba muy mal. No sabíamos cuánto.
Unos y otros nos fueron alargando la agonía, hora tras hora. Todos se declaraban ganadores y claramente eso era imposible, por fin a las 23:56 horas del domingo, apareció Guadalupe Taddei para anunciarnos que la victoria de Claudia (no sé si de Morena) era total, había arrasado en todo el país. Carro absoluto. Ni Plutarco Elías Calles lo tuvo.
Para ser más amarga la noche, resultó que Xóchitl y su equipo nos mintieron consistentemente hasta que, a la 01:30 horas del lunes, Gálvez concedió la victoria a Claudia, con un incensario y absurdo chascarrillo final: nos vemos en tres o seis años. Si no fue una burla, así pareció.
Supusimos, erróneamente, que los mercados financieros habían descontado la victoria de Claudia Sheinbaum. Pues resulta que no, al cierre del lunes había una suerte de microcrack; la Bolsa bajaba 6 por ciento y el peso perdía 4.14 por ciento. Ante una perspectiva fiscal y económica negativa en 2025, y un desequilibrio tan importante en el Poder Legislativo, hacen que la certeza jurídica en materia económica se traduzca en una gran incertidumbre.
¿Qué queda hoy de los partidos políticos de oposición? Nada. Ahora vendrán las culpas de unos a otros y los señalamientos de quién y qué falló. El PRD desaparece, es el partido peor votado a nivel nacional, y el PRI está inclusive por debajo de MC. Ya veremos a más de un priista refugiarse en las faldas de Morena.
¿Qué será de la Marea Rosa? ¿A quién van a votar esos millones de personas hoy desorientadas y que no pueden creer el resultado electoral? ¿Cuál es el futuro del Poder Judicial? ¿Va a sobrevivir nuestra Constitución? ¿Va a seguir la demolición de las instituciones? Muchas dudas, poca certidumbre.
¿Cómo habrán amanecido hoy las cosas en Palacio? Quedan cuatro larguísimos meses de convivencia entre la Presidenta electa CSP y AMLO. ¿Logrará Claudia separar su presidencia del poder de AMLO sin ruptura?
Ninguna victoria es eterna y ninguna derrota es para siempre; los ciudadanos opositores tendremos que iniciar casi de cero, y sin los partidos políticos, encontrar un nuevo camino. Por lo pronto a procesar la derrota.
@Pancho_Graue
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