Hector-Zagal
 

Héctor Zagal

(Profesor de Facultad de Filosofía de la Universidad Panamericana)

Monjes, cafés y monos, los tres capuchinos. ¿Por qué el nombre? Tanto el animal como la bebida toman su nombre de los frailes capuchinos, un rama de los franciscanos que viste un hábito marrón con una capucha más grande que otros franciscanos. Y claro, sumen al hábito de color café, la tonsura (esa calvita rasurada que usaban los religiosos) y algunas canas alrededor, ¡voilá!, tenemos la semejanza. El auténtico capuchino, elaborado con café express, debe estar coronado por espuma blanca y compacta, poco tiene que ver el menjurje que nos venden. Y es que, como bien dice un amigo, Taco Bell es a los tacos de canasta lo que el capuchino auténtico al capuchino de franquicia.

¿Quién inventó el café capuchino? Difícil saberlo. Una leyenda remite al segundo asedio de Viena allá por 1683. Kará Mustafá, gran visir del Imperio Otomano, sitió la ciudad del Danubio y puso en jaque al Sacro Imperio. Alemanes y polacos, acudieron en auxilio del Imperio de los Habsburgo. La Cristiandad venció al Islam. La caída de Viena hubiese abierto las puertas de Europa occidental a los musulmanes. En su huída, prosigue la leyenda, los otomanos abandonaron algunos sacos con granos de café. Lo vieneses probaron ese extraño brebaje, pero les pareció muy amargo así que le añadieron miel y crema. El resultado fue una bebida marrón, como el hábito de los capuchinos. Lo más creíble, sin embargo, es que el capuchino sea invento de los italianos, como sugiere su nombre. Además, para conseguir la espuma se utiliza una máquina de express, que fue patentada por el italiano Luigi Bezzera en 1901.

¿Y qué mejor que acompañar el capuchino con un cuernito? Pues, al parecer, esto también se lo debemos a los turcos. Cuando se levantó el sitio, un panadero vienés decidió burlarse de los turcos horneando un panecillo en forma de media luna, símbolo de los “infieles”. Por eso, este panecito se conoce en como croissont, aludiendo a la luna creciente. Los argentinos, más fieles al nombre, lo llaman “media luna”. Sólo en México lo llamamos “cuernito”, término más acorde con estos tiempos de corrección política.

Claro que todo ello son relatos legendarios. Pero lo que sí es un hecho es que los italianos toman el capuchino por la mañana y sonríen con despreció cuando escuchan a los turistas pedir un capuchino después de comer.

(De El gabinete de curiosidades del Dr. Zagal por Pablo Alarcón y Héctor Zagal, Planeta, 2019).

Profesor de la Facultad de Filosofía en la Universidad Panamericana