A la luz de lo acontecido durante la jornada electoral de este domingo, podemos asegurar que la morenista Claudia Sheinbaum Pardo contará con todas las circunstancias a favor para convertirse en la Presidenta más poderosa en la historia política de México.

De entrada, porque contó en las urnas con el respaldo de más de 35 millones de sufragantes, superando así los 30 millones de votos que obtuvo su antecesor, Andrés López Obrador, en 2018.

Otro factor de peso a considerar y que también resulta inédito en la historia político-legislativa de México, es que podrá contar con la mayoría calificada en el Congreso de la Unión, tanto en la Cámara de Senadores como en San Lázaro, lo que prácticamente le da manga ancha para maniobrar sin sobresaltos a la hora de proponer sus iniciativas.

Sin embargo, nada de este contexto fue fortuito o producto del azar. La realidad es que la llegada de Sheinbaum Pardo a la Presidencia de la República empezó a ejecutarse desde el 1° de diciembre de 2018, fecha en la que a López Obrador le fue calzada la banda presidencial.

Él fue el único arquitecto capaz de elegir y preparar a su sucesora y, de acuerdo a los cánones de la buena estrategia política, todo estuvo perfectamente planeado.

Como el morenista número 1 del país, el tabasqueño se encargó de movilizar todas las estructuras guindas, desde las bases, esas que están a ras de suelo en las colonias, en los barrios, en los pueblos y en las rancherías; hasta la estructura partidista de funcionarios vestidos con sus chalecos del color oficial y que bajo el nombre de Servidores de la Nación recorrieron de punta a punta los siete días de la semana todos los territorios del país.

Obviamente, los programas sociales a favor de los sectores más vulnerables de la sociedad también abonaron al éxito de la victoria dominical.

¿Y la oposición?, bien… ¡gracias!

Sólo hizo dos cosas: nada y nada. De entrada, permitió que un empresario (Claudio X. González) fuera quien moviera el pandero y se encargara de decidirlo prácticamente todo. Y de ahí se desprende el error más gigantesco cometido por panistas, priistas y perredistas: le entregaron en bandeja de plata su misión a alguien que si bien sabe hacer mucho dinero con negocios, lo cierto es que de política no conoce un reverendo cacahuate.

Y el botón de muestra más contundente de esta aseveración fue la elección de Xóchitl Gálvez Ruiz como la candidata presidencial de la alianza opositora. Es una mujer con una trayectoria política conocida. Si revisamos a fondo su expediente, tiene más positivos que negativos, eso no se lo podemos rebatir. Sin embargo, si nos ponemos exigentes y objetivos, la señora no tenía ni dos pesos de presidenciable.

Pintaba como un sólido prospecto para la Ciudad de México y hasta ahí. Pero no, don Claudio se montó en su macho. A Xóchitl la oposición se la sacó de la manga porque la verdad es que no tenían a nadie. No trabajaron cuadros. No contaban con estructura. Jamás se preocuparon en preparar a un grupo sólido para conformar una terna. Las cabezas visibles de este bando sólo se preocuparon por alcanzar el objetivo de la plurinominalidad y tan-tán que a los demás se los cargue el diablo.

Y las consecuencias de su mala cabeza ahí están, a la vista de todos: el PAN en un lejano segundo lugar, el PRI en cuarto lugar y del PRD mejor ni hablemos, a estas horas ya le deben estar aplicando los santos óleos.

 

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