Los resultados electorales son un reconocimiento no solamente a la identidad popular mayoritaria de un movimiento, sino a un estilo de Gobierno con sensibilidad social, equilibrios y ocupado diariamente en la gobernabilidad inalterada durante todo el proceso en la capital nacional.

La dedicación para construir detallada y sistemáticamente las condiciones de permanencia de los equilibrios dentro del aparente caos de la ciudad que quiso explotar la oposición, mantener el imparable ritmo de trabajo de su antecesora en la jefatura, sostener los resultados en seguridad y asegurar la proyección de una imagen positiva del movimiento histórico referido como obradorismo, merece ser mencionada.

No únicamente como parte del accionar del equipo de Gobierno encabezado por Martí Batres Guadarrama, sino en el contexto de la negación frentista, primero, a la capacidad de Morena de interpelar positivamente a la clase media y, conjuntamente, de la resistencia a reconocer el ánimo dialógico del gobernante.

Desde el aceleramiento de la coyuntura electoral interna en Morena, cuando el presidente Andrés Manuel López Obrador concedió oportuno la separación del cargo de todos los aspirantes a la precandidatura a la presidencia de la República por Morena, la opción para Batres fue renunciar a competir en un futuro por la jefatura de Gobierno para un periodo completo y colaborar en la coyuntura del movimiento al que contribuyó a fundar.

A partir del momento en que la virtual presidenta Claudia Sheinbaum Pardo decidió separarse el cargo como primera jefa de Gobierno electa, el 16 de junio del 2023, el Congreso determinó que Batres sería el responsable de concluir el periodo de la presente administración y de esa manera contribuir a una gestión percibida como apropiada por los electores, quienes ratificaron el proyecto de AMLO, Sheinbaum y ahora de Clara Brugada en la capital nacional.

Ni Batres tenía completamente prevista la rotunda victoria del domingo: “estoy tan contento que el desvelo de cero horas de sueño me hace los mandados”, confió.

En su gestión ha sido atacado por la oposición, cerca frecuentemente de una  grosera simplificación descalificatoria. Fue llamado “porro” por el derrotado Santiago Taboada y por la también perdedora Lía Limón, a pesar de ser ambos beneficiarios de un estilo de diálogo abierto.

El jefe de Gobierno saliente es un pilar del obradorismo. Un islote del archipiélago de opciones desde donde se enuncia a la izquierda, la clase media progresista y sus valores centrales.

Batres es, como Sheinbaum, Brugada y una decena de nombres conocidos, parte de la ciudad democrática ganadora del 2024. “Es uno de los cuadros más destacados del movimiento”, dijo la virtual Presidenta tempranamente en 2020. Entiende la fugacidad de su función claramente: “ni un momento dejaremos de trabajar hasta la entrega del gobierno”. Y se va a hacerlo.

 

      @guerrerochipres