Era jueves por la tarde. Caía la noche. La noticia urgente llenó los celulares españoles. El presidente Andrés Manuel López Obrador le exigía disculpas al rey de España Don Felipe de Borbón, por los “excesos” de la Conquista. A partir de ahí aquellas relaciones que eran la envidia del resto de los países en la región, comenzaron a resquebrajarse.

Aquello no fue todo. En Las Mañaneras comenzaron a ser protagonistas los ataques a empresas y políticos españoles. Cada vez había más piedras en el camino que había que sortear.

Lo cierto es que en la actualidad en México hay más de siete mil empresas españolas y España ha absorbido más de dos mil mexicanas. Se trata de números lo suficientemente relevantes como para no estar dividiendo a los dos países. Existen a todos los niveles y no pueden quedar en el olvido del destierro.

Ahora le toca el turno a una mujer, Claudia Sheinbaum. Será a ella a quien le toque arreglar lo desarreglado. Sheinbaum ya no es la candidata de Morena. Ahora es la jefa del estado “in pectore”. A partir del próximo 1 de octubre lo será de facto. Ya no podrá ser un político con una ideología determinada. A partir del 1 de octubre tendrá que gobernar como la persona más relevante del país, y tendrá que hacerlo para todos, sin ideología, viendo por los intereses del estado. España y México tienen mucho más que ganar que perder. Son demasiados años, demasiadas relaciones entre hermanos, que se han convertido en algo indeleble. Y no solamente pasa con las relaciones comerciales. Ocurre en todos los rubros, pero hay que dar certeza jurídica para no espantar al capital. Ese punto es fundamental y deberá desarrollarlo la nueva presidenta.

Claudia Sheinbaum tiene una cita con la historia. Es el momento de volver a tender puentes con Europa y especialmente con España. Ella podría ser la artífice para que unas relaciones que siempre fueron excelentes se conviertan en extraordinarias.

 

     @pelaez_alberto