El reacomodo de las mayorías mexicanas por el resultado contundente de las elecciones generales del pasado 2 de junio, ocurre en una circunstancia internacional delicada que está planteando nuevos perfiles geopolíticos de los que México no podrá deslindarse.

Europa se inclina a la derecha, el Medio Oriente hierve de tambores de guerra, la alianza Rusia-China apenas está terminando de consolidarse, Estados Unidos avanza a un colapso de autoridad por el choque Biden-Trump y América Latina aparece al garete con sus gravísimos problemas de crisis económica, crimen organizado inmigración en modo de éxodo.

El presidente López Obrador desdeñó en lo general la política exterior y la candidata ganadora Claudia Sheinbaum Pardo no dio importancia a las relaciones geopolíticas, pero el resultado electoral en EU la obligará a redefinir con claridad una diplomacia activa.

Como Estado soberano, México tiene dos estrategias pendientes con suficiente valor aislado cada una pero con una potencialidad enorme si se asumen interrelacionadas: la política exterior en una disputa política entre estados y una política de Defensa Nacional que se convierte, separadas e interconectadas, en una definición coherente y activa de soberanía nacional.

Aunque no quiera, México jugará un papel fundamental de articulación en proyectos regionales de soberanías nacionales, economías interdependientes y regímenes políticos legitimados en toda la comunidad de América Latina y el Caribe, y no necesariamente se piensa en un caudillo regional; más bien, y como nunca, la soberanía económica, política y geoestratégica de México depende de una unidad nacional interna y un proyecto regional de resistencia a la disputa entre las grandes potencias.

La nueva Presidenta tendrá que partir de un principio olvidado: la mejor política exterior no es sólo la política interior, sino una muy intencionada diplomacia activa.

 

Zona Zero

  • Aunque faltan tres y medio meses para tomar posesión del cargo de titular del Poder Ejecutivo, la presidenta electa Sheinbaum Pardo está obligada a adelantar con mucha decisión su política de seguridad referida a los tres ámbitos institucionales: pública, nacional e interna. El modelo de “abrazos, no balazos” requiere de objetivos muy concretos de operatividad de las fuerzas federales de seguridad para comenzar a replegar a los grupos delictivos que han tomado el control territorial, institucional y de Gobierno en áreas estatales y municipales.

 

(*) Centro de Estudios Económicos, Políticos y de Seguridad.

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