Los hijos del escritor Miguel Ángel Asturias informaron que tomaron la decisión de repatriar sus restos durante el actual gobierno de Bernardo Arévalo
Foto: Especial | Los hijos del escritor Miguel Ángel Asturias informaron que tomaron la decisión de repatriar sus restos durante el actual gobierno de Bernardo Arévalo  

Los restos de Miguel Ángel Asturias serán repatriados a Guatemala desde el cementerio de Père Lachaise, ubicado en París, Francia, a 50 años de su fallecimiento y 70 años después de su expatriación durante el mandato de Carlos Castillo Armas.

En el primer periodo, durante su exilio, vivió en Buenos Aires, Chile, Génova, Londres y París. Más tarde, cerca de sus últimos años, se estableció en Madrid, donde falleció en 1974.

Nunca volvió a Guatemala. No hay registros de sus deseos de volver. Sí los hay de los dos gobiernos que antecedieron al actual mandatario de Guatemala, pero el hijo del poeta, Miguel Ángel Asturias Amado, dijo que su padre habría estado en desacuerdo por las posturas políticas de los presidentes. Por ello, no aceptó las propuestas.

Unos años después de su destierro, llegó su reconocimiento, pues recibió el Premio Lenin de la Paz y el Premio Nobel de Literatura, en 1966 y 1967, respectivamente. Ya tenía un recorrido firme, desde su participación activa en la Prensa Latina, más tarde sus estudios sobre antropología, la cultura maya, su trabajo como periodista, sus paseos nocturnos por Montparnasse y su curiosidad infatigable. Todo, en conjunto, devino en su profunda sensibilidad como escritor.

Decía que no volvió a donde comenzó a escribir y publicar poesía; fundó la Universidad Popular y consiguió junto a La Tribuna del Partido Unionista el derrocamiento del dictador  Manuel Estrada Cabrera. Sin embargo, todo lo que escribía, por lo que luchaba, lo remitió  a su país.

REGRESO AL ORIGEN

Lejos de su tierra se reconoció y se reencontró con sus raíces. Cuando estuvo en París, por  ejemplo, tradujo, de una versión de Georges Raynad, el Popol Vuh. También, podría decirse, que descubrió su don de relator sentado en la mesa de los vanguardistas, mismas donde aseguró más tarde haber conocido y convivido con André Breton y Paul Éluard. 

Asimismo, escribió, estando lejos, Mulata de Tal (de la que Giuseppe Bellini escribió: “es himno y elegía al mismo tiempo de un mundo que ya no existe, materia angustiosa y juego acertado de evasión”) y El Señor Presidente, libros en los que se plasma lo escrito por la crítica literaria Jean Franco, quien afirmaba que la fama internacional de Asturias se debe,  principalmente, a que se dio “cuenta de que la narrativa puede tener alcance internacional presentando un cuadro completo de la nación en toda su complejidad y riqueza”.

Aunque capaz de escribir, además de poesía, ensayos, obras de teatro y relatos, fue su narrativa el epítome de su reconocimiento como faro de la literatura latinoamericana y mundial. Porque ahí está el poder de su pensamiento, su complejidad, su natural interés 

por las culturas indígenas, ahí se alcanza la “universalidad porque van más allá de lo limitado y en particular ahondando en la interioridad del ser humano y de su personalidad”, (Franco, 1967).

Finalmente, en palabras de Bernardo Arévalo, el poeta podrá, por fin, estando de vuelta en su tierra, “descansar la inmensa noche junto a los hombres y mujeres de maíz”. 

Dejar de ser, por fin, un desterrado, un “hombre sin patria / hombre  sin nombre, hombre sin / hombre”.