A partir del primer minuto del martes 1 de octubre de este año, en apenas 109 días, Claudia Sheinbaum Pardo se convertirá en Presidenta constitucional de los Estados Unidos Mexicanos.

Ya veremos si usa ese poder para ser una mandataria tolerante con la crítica y dispuesta a escuchar a las minorías, ojalá, pero lo que sí debe ser es una mujer independiente que, sean cuales sean sus decisiones, haga saber que son suyas con el concurso de sus asesores.

Mientras tanto, el que manda es Andrés Manuel López Obrador, pero eso no le debe dar el derecho de mostrarse tan arrogante y querer demostrar posesión en un forzado abrazo con beso a quien obtuvo el cargo que él tiene que dejar, no gracias a él sino por los 36 millones de votos.

El problema para la sociedad mexicana no pasa solo por esas muestras de dominio, contrarias a la realidad de equidad que hoy nos rigen, sino por el intento de usar una mayoría calificada en el congreso que ya no le pertenece para cobrar venganzas personales.

No puede el autoritarismo de López Obrador alcanzar su clímax con el sacrificio de la estabilidad económica y financiera de la que debería gozar Sheinbaum para iniciar, sí, la continuidad del proyecto de López Obrador, pero con su propio estilo.

No se trata de renunciar a una reforma al Poder Judicial, pero tiene que ser por las razones correctas, que no tienen que pasar por los ajustes de cuentas del Presidente que ya se va.

Las obsesiones personales de López Obrador han provocado que se pierdan de vista muchos excesos del Poder Judicial que tienen que ser corregidos. Su enfoque es que los jueces deben estar para respaldar todo lo que él pelee en tribunales, porque lo contrario es corrupción y eso es falso.

Puede haber una inocencia terrible en pensar que no es eso lo que también quiere la virtual presidenta electa y que todo realmente es parte de una ruta preestablecida de continuidad al alimón.

Puede ser que prive esa sensación de orfandad que dejó en muchos sectores sociales el tan contundente resultado electoral y que se quiera proyectar en la idea de que Sheinbaum pudiera ser una Presidenta más incluyente y prudente.

Pero aun en el peor de los escenarios de continuidad y autoritarismo no le conviene a nadie, empezando por quien encabezará el poder ejecutivo, iniciar su mandato en un escenario de desconfianza.

No es solo el tipo de cambio, porque no se trata de un complot de los especuladores del mundo que se reúnen para afectar a Andrés Manuel López Obrador, es una preocupación legítima de los capitales de todos tamaños, nacionales y extranjeros, sobre la confiabilidad futura en este país.

Hay que tomar en cuenta que ya había señales de alerta sobre la salud financiera del país a partir del 2025. Tan es así, que la carta de presentación para tratar de calmar a los mercados fue la continuidad del secretario de Hacienda para que, justamente, corrigiera los excesos del lopezobradorismo.

No es posible esperar otra cosa que no sea la continuidad, pero incluso ahí debe haber un estilo personal y diferente de una mujer que tiene otro origen y formación diferentes al actual mandatario.

 

    @campossuarez