Una de las decisiones estratégicas más importantes de la virtual presidenta electa Claudia Sheinbaum Pardo estará dada en la mezcla de tres agendas: la seguridad interior, la doctrina de Defensa Nacional y la política exterior frente a Estados Unidos.
La Casa Blanca tiene prisas. La primera reacción ante el resultado electoral mexicano fue la declaración del Departamento de Estado sobre su preocupación por el Estado de derecho mexicano vis a vis la defensa de los intereses de los inversionistas estadounidenses en México.
Si se revisan los expedientes bilaterales, el tema de la seguridad de las riquezas de inversionistas extranjeros estaría en el último lugar; antes, las dos naciones que resolverán cambios presidenciales en este año tendrían que atender de manera urgente el problema de la migración como asunto de seguridad nacional para ambos países, el narcotráfico a partir del enfoque estadounidense y también mexicano de organismos delictivos transnacionales y la reorganización de bloques políticos mundiales tratando de penetrar a la zona de América Latina y el Caribe.
Cuando entre en funciones –y con indicios de que aún antes–, la presidenta Sheinbaum tendrá que consolidar el modelo del presidente López Obrador de colocar la soberanía mexicana y sus intereses nacionales por encima de las presiones imperiales de Washington que sólo buscan imponer sus prioridades.
Por primera vez desde la Revolución, el presidente López Obrador mantuvo a raya los intereses estadounidenses, impuso los intereses nacionales sobre los intereses americanos y obligó a la Casa Blanca a responder a las expectativas mexicanas en todas las agendas.
Los primeros indicios del presidente Biden respecto a su relación con la presidenta Sheinbaum no fueron los mejores: poner los intereses de los inversionistas americanos por encima de la soberanía mexicana en reformas constitucionales.
Zona Zero
- Además de la reforma judicial, otra fundamental será la de discutir el reconocimiento constitucional de la Guardia Nacional como parte de la Secretaría de la Defensa Nacional. Si se queda como organismo civil, la Guardia podría terminar como las anteriores policías federales: desorganizada, sin poder real frente a la delincuencia, con indisciplina laboral, y aun así las Fuerzas Armadas tendrían que seguir apoyando a la seguridad pública en modo de seguridad interior.
(*) Centro de Estudios Económicos, Políticos y de Seguridad.
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