Ya son 22 años de víctima y contando. Es como el cobarde de Napoleón Gómez Urrutia se vende con los mineros, gobiernos y asociaciones internacionales; quienes han comprado la historia de un multimillonario que ante sus ojos resulta ser siempre el afectado en una huelga, en un robo e incluso en un accidente fatal. Él, Napillo, sea la circunstancia que sea siempre es y será la víctima.
En 2002 llegó como víctima al Sindicato Minero y, con la muerte de su padre, se puso como heredero, aún cuando no había pisado una mina y sin cumplir con los estatutos del sindicato de ser minero mínimo cinco años; el desamparado hijo, cometiendo fraude se apoderó de la Secretaría General.
Para 2005, el impostor robó mil millones de pesos, propiedad de los trabajadores de Cananea, el dinero lo puso en cuentas bancarias de su esposa, amigos y familiares. Tras el robo los mineros exigieron su pago pero Napillo se negó y dijo que los mil millones eran de él y de su Sindicato, es decir, los obreros lo querían despojar de su dinero y él era la víctima.
Para 2006, en un accidente en la mina Pastas de Conchos, 65 compañeros fallecieron; Gómez Urrutia permitió, a cambio de dinero, que los trabajadores laboraran con mínimas condiciones de seguridad; para librar la cárcel y el linchamiento social, él debía ser la víctima, no los deudos.
Valiéndole el dolor ajeno y sus responsabilidades, el cobarde abandonó a las familias de los 65 fallecidos, huyó con su familia a Canadá en vuelo de primera clase, con los bolsillos repletos de dinero; convenció al Gobierno canadiense de ser un pobre perseguido político. La supuesta víctima se instaló en un departamento de lujo, su familia compró una cadena de restaurantes y vivieron en opulencia y excesos por más de diez años.
Para ese entonces, los Steelworkers, representantes de los trabajadores de las industrias en Estados Unidos y Canadá, y con vínculos en el mundo, eran sus aliados y protegían al multimillonario.
Pasaron por alto su responsabilidad en la muerte de los mineros de Pasta de Conchos, tampoco le exigieron esclarecer el robo de los mil millones de pesos y menos que explicara cómo es que dirige el Sindicato sin ser minero. Luego se supo que Napillo hace grandes aportaciones económicas a esa organización.
Gómez Urrutia, en su papel de víctima, vio en las organizaciones sindicales internacionales la manera de cobijarse, obtener protección y de hacer crecer su falsa historia de perseguido político.
Él vuelve a ser víctima, ahora en la huelga de la sección 271 en Michoacán. Para sus cómplices no importa que los trabajadores no cobren, no tengan para comer, ni para pagar una renta, el verdadero afectado es Napillo.
No dan recursos para despensas ni apoyo legal, se limitan a mandar comunicados diciendo que Gómez Urrutia defiende la dignidad de los trabajadores, un completo absurdo.
El enojo de los mineros en Michoacán y en el resto del país es porque Napillo, siendo presidente de la Comisión de Trabajo de la Cámara de Senadores, promovió y aceptó topar y limitar el reparto de utilidades.
Por miedo a perder secciones, trata de obligar a las empresas a pagar 10 por ciento de las utilidades vía contrato colectivo, cuando es un derecho constitucional que él, ilegalmente, eliminó.
Hoy recibe cobijo de la 4T. Qué tan lucrativo es ser víctima, que lleva seis años y sumará tres años con fuero, sin pisar la cárcel. Napillo no es una víctima, es un ladrón y embaucador que lleva años siendo la imagen más burda y despreciable del charrismo mexicano.
@CarlosPavonC