Gracias a Marko Cortés (presidente del PAN) y a Xóchitl Gálvez, ya podemos vivir tranquilos y en paz; el pasado jueves, en la sede del PAN, se llevó a cabo el evento político más esperado después de la elección presidencial; el reencuentro entre ambos, allí “se hablaron de frente, con transparencia y con la verdad”.  El dirigente nacional panista inicia ahora su andadura hacia el Senado y la excandidata presidencial anuncia una gira de agradecimiento por todo el país. Fotos felices y aquí no pasó nada.

Algunos “líderes morales” de la oposición, tan importantes y representativos como Guadalupe Acosta Naranjo o Carlos Alazraki, han dado un paso al frente para anunciar que ya no son oposición: ¡Ahora son la resistencia!  Locura total.

Una de las claves de esta derrota tiene su origen en el proceso para determinar quién sería la candidata del frente opositor: Beatriz Paredes o Xóchitl. Con todo “supuestamente listo”, un día antes, se canceló “misteriosamente” la elección y surge la victoria de Gálvez, sin que nunca supiéramos qué pasó en realidad.

Millones de mexicanos nos inscribimos previamente (vía correo electrónico) para participar en esa elección interna y le regalamos a los partidos (PRI, PAN y PRD) una gran base de datos que se convertiría en los Xochilovers. Ni siquiera eso supieron utilizar.

En Morena, con todas sus trampas y simulaciones sin límite, sí celebraron su proceso electoral que, sin duda, les sirvió como un ensayo previo a lo que sería la elección presidencial.

En esa elección,  Claudia barrió con todos sus adversarios internos y marcó una línea de acción que no vimos venir; ella tenía el bastón de mando absoluto del movimiento territorial de Morena. Con eso tenía suficiente para ganar.

El Frente Amplio se centró en apropiarse de la Marea Rosa, con un sólo objetivo: descalificar al hombre mejor calificado de México, AMLO. Los esfuerzos se concentraron en la CDMX y en las principales ciudades del país. La asistencia masiva a las marchas y concentraciones era innegable, pero estaba muy lejos de representar la realidad electoral del país. Un espejismo.

AMLO se regodeaba con sus eternas provocaciones y distractores muy efectivos: retirar la bandera nacional en las concentraciones opositoras en el Zócalo fue una genialidad política. Tenía enardecida a la plaza, mientras, paso a paso, toda la estructura oficialista trabajaba en cada rincón del país para construir la victoria de Claudia.

Los dirigentes del Frente –Alito, Marko y Zambrano- estaban cada uno por su lado y la campaña de Xóchitl se desarrollaba en una improvisación permanente. La carencia de propuestas fue lamentable y la estrategia de erosión elegida en contra de AMLO –#NarcoPresidente– sólo sirvió para incendiar a las plazas y a las redes sociales, pero nunca para ganar a los nuevos electores que, supuestamente, cambiarían el rumbo de los comicios.

Se pasó del “hay tiro”, al delirio incontrolado de la victoria opositora sin que ningún dato concreto avalara la victoria de Xóchitl. Mientras tanto Claudia, inmutable, seguía al pie de la letra el programa diseñado desde Palacio.

El “antídoto” del Frente ante el mal resultado de los debates y el descontrol de la campaña fue convocar a nuevas concentraciones a la Marea Rosa y así mantener la ilusión de que el resultado de la elección podía ser favorable o al menos frenar a AMLO.

Ahora vivimos un nuevo delirio: la resistencia y un gabinete a la sombra para defender nuestra libertad: Alazraki, Ferriz de Con, Javier Lozano, Acosta Naranjo, etc.

¿Qué aprendí de esta derrota? Ver a los demás.

 

    @Pancho_Graue

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