El cambio climático ha dejado de ser una proyección distante para convertirse en una alarmante realidad. Lo que antes se percibía como un problema lejano, ahora afecta de manera tangible la vida de los mexicanos. Sequías, huracanes y otros fenómenos han incrementado su intensidad año tras año, dañando no sólo el patrimonio de miles de familias, sino también poniendo en riesgo sus vidas.

Estas condiciones han desencadenado una dinámica de migración climática en el país. Según el último Informe Global sobre Desplazamiento Interno, en 2023, se registraron 196,000 desplazamientos por desastres en todo el territorio mexicano. De modo que las grandes urbes como la Ciudad de México, Monterrey y Guadalajara están experimentando un crecimiento casi insostenible.

A su vez, de acuerdo con un estudio del Mayors Migration Council, sin estrategias de planificación urbana y políticas ambientales adecuadas, México podría tener hasta 8 millones de migrantes climáticos en estas ciudades para 2050. Este aumento descontrolado podría resultar en una sobrecarga de los servicios públicos y una mayor presión sobre los recursos naturales, especialmente el agua.

El impacto económico de la migración climática es multifacético, y frente a este fenómeno, las infraestructuras urbanas pueden colapsar ante el aumento de la demanda. En ese sentido, la falta de planificación adecuada puede llevar a un incremento en los costos de vivienda, servicios básicos y transporte. Además, la concentración de población en estas áreas puede agravar las crisis hídrica y energética, afectando negativamente la productividad económica.

Un ejemplo claro es el caso de la Ciudad de México, donde el crecimiento desmedido ha llevado a la sobreexplotación de acuíferos y ríos. Esta situación no sólo incrementa el riesgo de desastres naturales, sino que también eleva los costos asociados a la provisión de agua y saneamiento.

Asimismo, es preciso mencionar que la economía mexicana, especialmente en las regiones rurales, depende en gran medida de la agricultura. En ese contexto, el cambio climático reduce la rentabilidad de la tierra y la producción agrícola, forzando a los jóvenes a migrar en busca de mejores oportunidades –una cuestión que no sólo afecta a las comunidades de origen, que pierden mano de obra, sino que también crea una presión adicional sobre las economías urbanas.

Sin duda, la migración climática es ya una realidad que plantea serios desafíos económicos para México. No obstante, con una planificación adecuada y una inversión estratégica en infraestructura y desarrollo rural, es posible mitigar sus efectos y construir un país más resiliente y preparado. La inversión en estos rubros debe ser vista como una  inversión a futuro que puede proteger a los ciudadanos y asegurar un desarrollo sostenible y equitativo.

 

Consultor y profesor universitario

Twitter: Petaco10marina

Facebook: Petaco Diez Marina

Instagram: Petaco10marina