El montaje de la obra La Gaviota, del ruso Antón Chéjov, llevada a escena por una compañía de actores invidentes españoles, no hace uso de decorados, pero evidencía que el proscenio tiene marcas en el suelo, y una actriz y regidora hace la audiodescripción.
“En Chéjov, sus personajes en general son personajes que están como buscando un paraíso perdido”, con “ambiciones más grandes que sus fuerzas y sus posibilidades”, explicó Chela de Ferrari, durante los ensayos en Madrid de esta obra que se representa en el famoso festival de teatro de la ciudad francesa de Aviñón desde ayer.
“Todos esos personajes me parecían que podían conectar muy bien con un elenco de actores ciegos”, sostuvo Ferrari.
Acostumbrada a trabajar en la inclusión, tras haber dirigido Hamlet con actores con síndrome de Down, la dramaturga peruana aborda otra gran pieza del teatro con un reparto poco habitual: de la docena de actores de la compañía del Centro Dramático Nacional de Madrid, sólo dos pueden ver, mientras que el resto son ciegos o deficientes visuales con sólo un 10 por ciento de visión.
Pero sobre el escenario, sin bastones blancos ni gafas oscuras, el público no sabe quién es ciego y quién no.
“Veo a Belén y me siento absolutamente fascinada porque una actriz vidente no podría hacerlo nunca” como lo hace ella, confía Chela, que no quiere “romantizar nada”.
A los actores se les ha dicho que “si tienen que buscar y si se tropiezan, pues nada, no hay ningún problema”.
“Algunos de ellos pensaban que se iba a tratar de un montaje en el que les iba a pedir que parecieran que veían”, y no es el caso, añade De Ferrari.
Para De Ferrari, la discapacidad se convierte incluso en un recurso argumental, como en la escena de sexo entre Nina y Boris en una pista de baile, rodeados de actores ciegos.