Hector-Zagal
 

Héctor Zagal
(Profesor de la Facultad de Filosofía en la Universidad Panamericana)

El insulto es un acto de habla muy especial y nada recomendable, pues si bien sirve para canalizar emociones, su propósito es agredir a los demás. Quien le toca cinco veces el claxon al tipo que se le metió en la avenida no sólo manifiesta su molestia sino que también atenta contra el honor y la dignidad de la otra persona al mentarle la madre.

El insulto representa cierto avance en el control de las emociones. La mayoría de las veces, el insulto sustituye la fuerza bruta. Dejamos atrás los puños y los cambiamos por las palabras. Ojo: eso no quiere decir que deje de ser un acto violento.

En la Nueva España era más clara esta conexión entre las agresiones físicas y verbales. Hay un gran número de registros en donde los novohispanos se quejaban ante la Corte por insultos “de obra y de palabra”. Mientras que los primeros eran agresiones físicas que buscaban dañar principalmente el cuerpo, los segundos eran los típicos enunciados que dañaban el honor y la reputación del individuo.

En el caso de los insultos verbales, encontramos algunos ejemplos como la palabra “soplón”. En un inicio, este epíteto se utilizaba contra las personas con cargos oficiales que iban con el cura del pueblo a revelarle los secretos de la gente. Luego, el significado de esta palabra, junto con la de “chismoso”, se amplió para denigrar a cualquier persona que esparciera rumores falsos o relevara información que, se creía, era mejor mantener oculta. La discreción y los secretos eran muy valorados en la Nueva España.

Otros insultos de palabra eran “cornudo” y “cabrón”. Ambos referíanse a un hombre al que le eran infiel. Por ello, cuando calificaban a un varón de este modo atentaban directamente contra su honra y autoridad. La palabra “cornudo” mantuvo esta acepción hasta nuestros tiempos. En cambio, el uso generalizado de la palabra “cabrón” la volvió una expresión de desprecio sin un significado en específico.

En el caso de los insultos de obra, la mayoría se centraban en la cabeza. Para la simbología corporal de la época, la cabeza era el punto más alto del cuerpo pues ahí se albergaba el honor de la persona. Por eso muchos oficiales, cuando arrestaban a alguien, lo jalaban de los cabellos y tiraban su cabeza hacia abajo para humillarlo. Muchos insultos de obra intentaban replicar ese tipo de afrenta.

El cabello, al estar relacionado a la cabeza, también tenía un valor importante. A las mujeres, por ejemplo, se les cortaba el cabello cuando se les quería humillar. En el caso de los varones, cortarles el cabello también tenía una connotación negativa, sobre todo en las comunidades indígenas. Los nahuas creían que, al cortarse el cabello, debilitaban una entidad llamada tonalli, la cual vivía en la frontera entre el cabello y el cráneo. Esto era peligroso pues podía causarles enfermedades o incluso la muerte, debido a que el tonalli se encargaba de proporcionar el vigor y la energía del crecimiento. Yo, por eso, no me corto el poco cabello que me queda en la cabeza.

Sapere aude!

@hzagal

Profesor de la Facultad de Filosofía en la Universidad Panamericana