Estados Unidos no tiene amigos, tiene socios. Y eso es algo que el presidente Andrés Manuel López Obrador jamás quiso entender. Por eso es que preocupa (y preocupa mucho) que desde su conferencia mañanera el tabasqueño llame al republicano Donald Trump “mi amigo”.

Y es que, a 70 días de que le sea calzada en el pecho la banda presidencial a Claudia Sheinbaum, en nuestro país hay inquietud de sobra con respecto al tipo de relación que tendremos con nuestro vecino del norte, sobre todo si el próximo 5 de noviembre los estadounidenses deciden desde las urnas que quieren de vuelta en la Casa Blanca a este misógino y clasista que desprecia y menosprecia a los mexicanos.

Aquí y allá muchos ya dan por hecho que Trump volverá a ser el próximo presidente de Estados Unidos y también muchos ya dan por descontado que México y los mexicanos volveremos a ser “la piñata” favorita del magnate neoyorquino. Y ante semejante panorama hay dos preguntas obligadas: la primera es, ¿cuál será la estrategia de la administración Sheinbaum para contrarrestar esta nube negra que se nos aproxima? y la segunda es, ¿a quiénes dentro del organigrama claudista podemos apuntar como interlocutores en la misión de afrontar (y soportar) a un individuo que no nos puede ver ni en pintura?

De entrada, hay que definir la agenda bilateral que nos ocupará a estadounidenses y mexicanos. Los temas principales son simplemente tres: migración, narcotráfico y comercio.

Las vacantes en Gobernación, Relaciones Exteriores, Economía y Seguridad y Protección Ciudadana ya se definieron y asignaron: Rosa Icela Rodríguez, Juan Ramón de la Fuente, Marcelo Ebrard y Omar García Harfuch, respectivamente.

De ellos cuatro, sólo dos (De la Fuente y Ebrard) ya saben lo que es convivir y coexistir con los estadounidenses. Los han sufrido y los han padecido desde distintos frentes. Pero hay dos posiciones que todavía no han sido cubiertas y que urge se definan: La embajada de México en Estados Unidos y el Instituto Nacional de Migración (INM).

Sheinbaum sabe muy bien que requiere de dos funcionarios que superen en nivel y habilidades a los invisibles Esteban Moctezuma Barragán y Francisco Garduño Yáñez, quienes durante el sexenio obradorista se la han pasado nadando de pechito y en esas dos posiciones, que son sumamente estratégicas y preponderantes para tener éxito en nuestra relación con Estados Unidos, la realidad es que andamos por la calle de la amargura. Con Moctezuma Barragán ni fú-ni fa. A la virtual presidenta electa le urge dos relevos confiables, eficientes y proactivos en estas dos oficinas.

México tiene que centrarse en acciones concretas y no permitir que las amenazas, las presiones, los chantajes y, sobre todo, los acuerdos en lo oscurito sean el menú del día en nuestra sinergia con los estadounidenses.

Las bravuconadas y los insultos de Trump hacia nuestro país van a ser el pan nuestro de cada día y nuestra presidenta va a requerir que sus colaboradores estén a la altura de las circunstancias, pero sobre todo que entiendan que, al igual que ellos, a nosotros no nos interesa ser sus amigos, sino sus socios.

Sus mejores socios.

 

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