Mascotas. En la alcaldía Iztapalapa el Oso, el Güero, Rutilio y el Negro son conocidos y alimentados por los trabajAdores desde hace más de cinco años.
Foto: Ángel Ortiz | Mascotas. En la alcaldía Iztapalapa el Oso, el Güero, Rutilio y el Negro son conocidos y alimentados por los trabajAdores desde hace más de cinco años.  

Con muestras de cariño, lealtad y compañía los perros sin dueño ganan un plato de comida y los corazones de los habitantes, trabajadores y policías en Iztapalapa, quienes incluso les han abierto las puertas del edificio de Gobierno.

La Güera, uno de los lomitos que viven en los alrededores del edificio de Gobierno de Iztapalapa, junto con sus compañeros el Oso, el Güero, Rutilio y el Negro, acude todas las mañanas a la entrada del Metro Iztapalapa a esperar a Leticia, una trabajadora de la demarcación, para recibir su alimento, pues día a día la noble mujer les da pollo cocido o croquetas.

“Les doy de comer croquetas y pollo cocido, porque ellos no salen de la alcaldía, entonces no tienen forma de buscar comida, viven prácticamente aquí“, explicó la mujer, quien procura alimentarlos.

Tras desayunar, la Güera y los otros perros se dispersan y, por la tarde, ingresan al edificio de Gobierno para saludar y pedir mimos y agua a los trabajadores, quienes se alegran con su visita.

“Siempre entran a pedir de comer, a veces nos hacen travesuras, pero nos provocan risas, entran a que les sobemos la panza, les rasquemos el lomo, nos piden agua y se las procuramos con la comida”, explicó Paola, trabajadora de la demarcación.

Por la noche, la Güera y los demás perros acompañan a los trabajadores al Metro o a sus vehículos para regresar a los alrededores del edificio y acompañar a los elementos de seguridad, quienes señalan que son unos “guardianes de la noche”, pues los acompañan en sus guardias nocturnas.

Al cuidarlos, otra meta es concientizar a otras personas sobre el respeto a los animales, a que los vean como seres vivos y no como objetos y a motivar la empatía con ellos, pues señaló que muchas veces los perros de la calle no sólo deben enfrentar frío, lluvia y rayos solares, hambre y sed, sino gritos y golpes de las personas.

“Para mí sería suficiente con que no les pegaran y que les dieran agüita (…) el cariño que ellos te pueden dar muchas veces ni un ser humano lo hace, es un cariño incondicional, así los regañes o estén mojados ellos te buscan“, subrayó Leticia.

Paola relató que hace dos años alguien abandonó a una perrita en las obras de construcción del Barco Utopía y hoy se sumó a esta manada.