Muchos habitantes de Teahupo’o están ya “fiu” (cansados o hartos, en tahitiano) de los Juegos Olímpicos en dos días de competencia. Se quejan del bullicio y la vigilancia policiaca que acusan de asediante.
“Es verdad que se trata de un evento grandioso, pero estamos fiu de tener que mostrar nuestro pase cuatro veces para poder recorrer 500 metros. Lo que más deseo en estos momentos es que todo el mundo se vaya”, declaró a la AFP Romain Taupua, un jubilado que vive en una de las zonas más transitadas, entre la entrada del pueblo y la punta Mahora, frente a la célebre ola que da fama mundial a este lugar.
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El descontento es todavía mayor por el hecho de que resulta muy difícil ver a los surfistas en acción. Entre los 24 barcos autorizados para estar en el lugar el sábado, apenas tres contaban a bordo con aficionados, que habían sido elegidos por sorteo.
Para los habitantes de Teahupo’o, normalmente la única manera de acercarse a la zona de la ola es trabajar en algo relacionado con el lugar, por ejemplo como parte de las ‘water patrol’ que se encargan de la seguridad o del transporte.
“No nos avisaron de todas estas restricciones y no reconocemos nuestra playa, hay barreras por todas partes, incluso en el pueblo”, lamenta esta trabajadora del cuerpo de bomberos.
Los grandes espacios naturales que constituyen el encanto del pueblo están ocupados ahora por un centro logístico, una zona de prensa y bases para los deportistas.
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Justo al lado, una familia ha plantado cuatro palos para simular porterías de fútbol. Tres generaciones se divierten con un viejo balón en un minúsculo trozo de césped, indiferentes al frenesí de los Juegos Olímpicos de París-2024, manteniéndose al margen del ajetreo.
LEO