¿Quién pompó? Diría el presidente López Obrador. Y esa es la pregunta que no ha podido responder Napoleón Gómez Urrutia en 20 años, frente a la gran cantidad de bienes, autos, empresas y excentricidades que, curiosamente adquirió él y su familia tras quedarse con mil millones de pesos propiedad de los mineros de Cananea y tras la falta de transparencia en el manejo de las cuentas del Sindicato Minero.
Inexplicablemente, la fortuna de Napillo rebasa límites y no hablamos sólo de la acumulación de propiedades que nada tienen que ver con las de interés social, sino que todas están valuadas en millones de dólares. Por otro lado, ¿cómo es que alguien que huyó del país por más de diez años, sin trabajar y sólo recibiendo el salario de secretario general de un sindicato logró junto con su familia tener un ascenso económico, digno de un cuento de hadas?
En 2006, cuando Napillo se escondió en Vancouver, Canadá, después de recibir miles de demandas de mineros por apoderarse de mil millones de pesos provenientes de la venta de acciones de la empresa mexicana de Cananea y, en medio de una triangulación grotesca de recursos entre las cuentas bancarias de Napillo, su esposa e hijos, la familia adquirió en esa ciudad una cadena de restaurantes y cafeterías de comida libanesa. Esta operación fue registrada en el acta del Ministerio de Finanzas de British Columbia, con la clave V6E3V7, y estos restaurantes los maneja uno de sus hijos que es chef.
El monto de la operación fue lo suficientemente grande para que, además, toda la familia pudiera adquirir con esta compra la nacionalidad canadiense por ser empresarios; y es que pagarían lo que fuera con tal de que Napillo no fuera deportado y no pisara la cárcel.
Como este negocio hay varios más, igual de sospechosos, espontáneos y fructíferos en posesión de Napillo y los suyos. Al parecer los mil millones que robó a los mineros de Cananea alcanzarían para más.
En 2018, dieron a conocer que otro de sus hijos era igual, empresario con alto poder adquisitivo por ser dueño de dos empresas, una dedicada a la exploración minera y otra de venta de paneles solares. Estamos hablando de empresas de industria, no de changarros, ni de tienditas.
Entre la gran fortuna que acumula la familia se cuentan colecciones de autos de lujo, obras de arte y mansiones en varias partes del mundo. No olvidemos que además de los mil millones de pesos, Napillo es dueño de las cuentas del Sindicato Minero, es decir, tiene en su poder y en su uso las cuotas sindicales, los fondos de resistencia e infinidad de recursos provenientes del salario de los compañeros.
Es claro: el único interés que ha tenido Napillo en el Sindicato, es el económico. En octubre del año pasado, como presidente de una comisión del Senado de la República, impulsó una reforma para que a los trabajadores se les descontara del salario, por obligación, la cuota sindical, sin importar si el sindicato trabajara o no.
Por si fuera poco, de acuerdo con datos del Centro Federal de Conciliación y Registro Laboral, el Sindicato Minero está clasificado como los que incumplen con la Ley Federal del Trabajo en rendición cuentas y transparencia a sus agremiados.
Por más cínico que parezca, esta gente no piensa dejar de ganar dinero con los trabajadores, pues Napillo ya prepara a uno de sus hijos para repetir la historia y heredarle, sin ser minero, la empresa más grande y lucrativa que tiene esa familia: el Sindicato Minero.
@CarlosPavonC