Dentro de dos meses, el 1 de octubre, Andrés Manuel López Obrador ya no será Presidente de México.

Sin embargo, eso implica que aun tiene 60 largos días con sus madrugadas para seguir con el proceso de demolición llamado Cuarta Transformación.

El riesgo más grande se dará en septiembre con sus pretendidas contrarreformas constitucionales, en especial el intento de controlar al Poder Judicial. Se nota un discreto trabajo de contención del gobierno entrante, pero no hay que confiarse.

Lo que sí veremos y en exceso es un fantasioso balance positivo de su gestión. Evidentemente que serán falsedades a niveles ofensivos que tratarán de hacerlo ver como lo que no fue: un gran Presidente de México.

En eso se ha empeñado durante los últimos meses esta administración saliente, en construir una narrativa de lo que este país se va a perder con la ausencia en el poder del gran líder carismático.

Hay casas encuestadoras que han apostado su último aliento de fama pública en elaborar índices de aprobación presidencial con aumentos meteóricos en la aceptación de López Obrador y en los que, además, los mexicanos ya dejaron de preocuparse por la inseguridad y la mala condición de su economía. En las facturas que cobren se irán los últimos hilos de su credibilidad.

Con el arranque de agosto inicia también la intensa campaña de propaganda oficial del último informe de gobierno, es el momento de gastar cantidades exorbitantes de recursos públicos para promover el mundo de los otros datos.

No habrá, por supuesto, un recuento de las múltiples promesas incumplidas, las que se puedan, las maquillará con el poco rubor de los otros datos y donde no quepa una explicación medianamente lógica, pues entrará el privilegio de los hechos no verdaderos.

Como adelantos de lo que veremos en la propaganda oficial y escucharemos en el último informe de gobierno de López Obrador, estas muestras:

Dirán que este gobierno invirtió como ninguno otro en infraestructura de transporte. La cifra para presumir será de 649 mil millones de pesos tan solo en trenes.

Y mientras la feligresía sangrará las manos de tanto aplauso, vemos en los detalles de su mega inversión que eso corresponde al Tren Maya, con sobrecostos del triple del presupuesto original; al tren a Toluca, empezado por Peña Nieto y no acabado por López Obrador; al tren interoceánico, prometido y no cumplido; y al inexistente tren al AIFA, ahí en el que López Obrador ya viajó hace algunos años.

Presumirán el Parque de Texcoco, que tampoco existe, y las inversiones en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, que se cae hoy a pedazos. Apartado especial tendrá el muy subsidiado y poco visitado aeropuerto de Zumpango.

Además de 308 mil millones de pesos en carreteras, porque mantener tanto bache abierto debe salir carísimo.

¿Qué tal los 131 mil millones de pesos en proyectos como Internet para todos de la CFE? En esa red que vuela tan rápido que ni la podemos ver.

Y la belleza de presumir que la refinería de Dos Bocas, en los pantanos de Tabasco, les costó 398 mil millones de pesos… y no refina todavía.

En fin, esos y muchos otros datos más de una fantasía que llega a niveles ofensivos.

 

      @campossuarez