México tiene una gran deuda histórica, enorme, gigantesca con sus mujeres, con sus mujeres deportistas (profesionales y amateurs) y también con sus ciudadanos afrodescendientes. Por eso, ver a la judoca mexicana (sí, mexicana) Prisca Guadalupe Awiti Alcaraz trepar por méritos propios a la inmortalidad del olimpo deportivo con su medalla de plata en los Juegos Olímpicos de París 2024, apenas el martes pasado, debe representar para todos nosotros, los mexicanos, hombres y mujeres por igual, un permanente memorándum de todo lo que está mal en este país en materia estructural, institucional e ideológica.

Prisca, con su esfuerzo individual, a base de derribes, llaves, estrategia mental y una voluntad inquebrantable, rompió con el techo de cristal que desde épocas ancestrales le hemos impuesto a todas las mujeres.

La judoca mexicana no sólo combatió en el tatami parisino contra sus rivales de otras naciones, también se enfrentó al machismo, a la misoginia, al racismo y a la indiferencia de millones que hasta el martes pasado ni siquiera sabían que existía. Y sobre sus posibilidades de ganar una medalla, mejor ni hablemos.

Los anales deportivos tienen registradas a pocas mujeres como ella. Si acaso a Lorena Ochoa (golf), Soraya Jiménez (halterofilia), María del Rosario Espinoza (taekwondo), Paola Espinosa (clavados) y su tocaya Paola Longoria (racquetbol). Un selecto grupo de garbanzos de a libra cuyo común denominador es haber llegado hasta la cima contra todos los pronósticos y con un apoyo muy limitado de parte de las federaciones deportivas aztecas.

Y para botón de muestra, permítanme compartir con ustedes la siguiente información del portal www.espn.com.mx: la presea de plata de Prisca Guadalupe en judo categoría -63 kilogramos es la más barata de toda la historia, ya que después de su participación en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, donde finalizó en la posición número 17, la mexicokeniatabritánica (su mamá es de México, su papá es de Kenia y ella nació en Inglaterra) apenas recibió un apoyo económico diario de mil 361 pesos con 64 centavos, que al final del ciclo olímpico (2021-2024) da un total de 1.5 millones de pesos correspondientes a becas y estímulos a deportistas.

Una cantidad muy lejana a los 5.3 millones de pesos que se le darán a atletas que ganen medalla en París por el mismo concepto, pero que practican disciplinas como clavados, tiro con arco, taekwondo, etcétera.

En total, contando becas, viajes y salario de entrenadores, Prisca representó una inversión de 4.9 millones de pesos para llegar y competir en París. De esta cantidad, 835 mil pesos fueron para su entrenador y 2.6 millones de pesos se invirtieron en viajes y material para entrenamiento. Prisca tiene 28 años de edad y su formación corrió por cuenta de las estructuras deportivas mexicanas hasta los 23 años, cuando decidió representar a México.

Que estos datos y estos logros sean el parteaguas para que nuestra población afrodescendiente (de acuerdo al Inegi son casi 2.6 millones de personas) nunca vuelva a ser invisibilizada por nadie. Además, para aquellos que duden de la nacionalidad de Prisca, les recuerdo las sabias palabras de la costarricense Chavela Vargas: “Los mexicanos nacemos donde nos da la rechingada gana”.

 

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