En pleno siglo XXI ya no hay un hueco para las dictaduras. Más bien no debería haberlo. Sin embargo, los autócratas ―son todos iguales― se resisten. No hay más que ver Cuba, Corea del Norte, Nicaragua.

Lo que ocurre en Venezuela es un hecho más ―completamente anacrónico― de lo que pasa en el mundo de los dictadores. Un terrible tirano, Nicolás Maduro, se resiste a dejar el poder incluso si es obvio que ganó la oposición. Claro que Maduro se refugia de sus acólitos para que hagan evidente una falsedad, que ha vencido.

Elvis Amoroso es el presidente del Consejo Nacional Electoral y amigo personal del dictador Maduro. Tardó menos de seis horas en dar fe de que este dictadorzuelo de poca monta era de nuevo presidente. Eso sí, lo hizo sin actas y sin nadie que pudiera avalar la supuesta victoria de Maduro.

Los dictadores se apoltronan en sus sillas y se enrocan de tal manera que no saben entender qué es el juego de la democracia. Ese juego consiste en saber ganar y saber perder. Pero en el juego de la política hay que entender que cuando se pierde es porque así lo quiso el electorado. Entonces, cuando uno lo entiende, eso le engrandece, eso les hace fuertes.

Los dictadores, que son todos iguales, no entienden cuáles son las reglas del sistema democrático. Eso es lo que le ha pasado a Maduro. Un hombre grande en volumen, pero pequeño, muy pequeño desde el  punto de vista intelectual.

En el siglo XXI dónde ya no caben los dictadores como Maduro, éste tendría que dar un paso adelante y retirarse del poder, claro, lo que pasa es que sobre él pesan delitos y algunos muy serios. Por todos ellos podría ser juzgado. Entonces el valiente se convertiría en cobarde. En el fondo eso es lo que es.

 

     @pelaez_alberto