Al exgobernador panista de Chihuahua, Javier Corral Jurado, sólo lo separan 17 días para que se pueda enfuerar y así la justicia le haga lo que el viento a Juárez. Poco más de dos semanas para que el ahora morenista, cuyos pecados neoliberales y conservadores del pasado ya fueron lavados con el agua bendita de la Cuarta Transformación, se pueda instalar cómodamente en su curul de la Cámara Alta.
¡Qué más da que se haya robado más de 98 millones de pesos del erario chihuahuense! ¿Quién dice que chaquetear no es un negocio redituable en la política mexicana?
Nunca como ahora tuvo tanta razón el célebre Groucho Marx (1890-1977) con su: “Estos son mis principios, pero si no te gustan, no te preocupes… tengo otros”.
Pero ni falta hace que Javiersito llegue a la fecha en la que deba enfuerarse. Tiene contactos. Amigos poderosos… muy poderosos.
Imagínense estar disfrutando de una suculenta cena en algún restaurante de la colonia Condesa de la Ciudad de México y que, de pronto, se aparezca personal de la Fiscalía Anticorrupción del estado de Chihuahua para cumplimentar una orden de aprehensión por el delito de peculado (eufemisno utilizado para describir la acción favorita de los rateros de la administración pública) y que, sin más ni más, le hagas una llamada por tu celular a alguno de tus contactos para que te desafane del problema y que en un santiamén te manden al mismísimo encargado de la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México (FGJCDMX), Ulises Lara López, a sacarte las castañas de la lumbre. ¡Sí, ese mero!, ¡el estudiante prodigio que se tituló de la licenciatura en derecho en la prestigiosa Universidad Cúspide de México en tan sólo 24 horas! ¡Ufff, qué envidia!
A mi me van a disculpar, pero esas palancas ¡no las tiene ni Obama!
Y don Ulises, como el eficientísimo funcionario que es, acudió presuroso al Gin Gin de la Condesa en su mejor personificación de Robocop: Suburbans blindadas, una centena de fantoches disfrazados de alguna corporación policiaca capitalina (sí, disfrazados, porque no llevaban en sus ropajes identificación alguna de la institución a la que pertenecían, pero eso sí, armados hasta los dientes) y chin, pun-pan, tortillas, ¡papas!, como dijera el maguito Rody, en un tronar de dedos rescataron al más flamante de los consentidos de Palacio Nacional.
En verdad, me gusta, me gusta mucho cómo se ha transformado el largo brazo de la ley en la ce-de-eme-equis: Antes, los ciudadanos estábamos a merced de los abusos de autoridad de cualquier gendarme, pero ahora, gracias a don Uli y a la magia de los teléfonos celulares, le podemos llamar para que vaya de inmediato en nuestro auxilio y nos rescate.
El próximo episodio de esta chocoaventura ya me lo sé: Javiersito se va a ocultar a piedra y lodo de aquí al próximo 1 de septiembre y, ese día, el mismo personaje que mandó a don Uli a rescatarlo antenoche, ordenará que el chihuauhense entre a las instalaciones de la Cámara Alta escondido en la cajuela de un vehículo para poder jurar como senador, igual que el narcodiputado Julio César Godoy Toscano en 2009 en San Lázaro.
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