En medio de una campaña presidencial caracterizada por insultos y ataques personales, el cambio climático fue relegado a un segundo plano en el debate público, a pesar de que el mundo enfrenta temperaturas récord y desastres naturales sin precedentes.
Con la salida de Joe Biden de la contienda, Donald Trump dirigió su atención hacia Kamala Harris, utilizando sus mítines para propagar desinformación sobre las políticas climáticas de la vicepresidenta. Entre las afirmaciones infundadas de Trump se encuentran prohibiciones ficticias de la carne roja, acusaciones ampliamente difundidas en redes por seguidores conservadores.
“Kamala quiere reducir drásticamente el consumo de carne roja para combatir el cambio climático. Se desharía de todas las vacas… y supongo que, eventualmente, irán a por los humanos”, afirmó el expresidente en un reciente mitin.
No obstante, la vicepresidenta no hizo tales promesas. En realidad, la vicepresidenta expresó públicamente su aprecio por las hamburguesas con queso y manifestó su apoyo a la actualización de las pautas dietéticas.
Aunque evitó recientemente hablar sobre el fracking, su historial ambiental es notablemente más progresista que el de Bidben, lo que la convierte en una figura respetada entre los activistas climáticos.
En contraste, Trump mantiene su rechazo hacia la ciencia del cambio climático y promueve una política energética basada en combustibles fósiles, a pesar de su presidencia que incluyó la salida de EU del Acuerdo de París, una decisión que generó amplia inconformidad tanto a nivel nacional como internacional.
A pesar de los intentos de desinformación, el creciente interés de los votantes por el cambio climático podría invertir el efecto de los ataques de Trump.