No se requiere mucha capacidad de análisis para concluir que el desarrollo político de México los próximos cuatro años no pasará por el furibundo racismo de Donald Trump ni por el desdén de Kamala Harris.

Está muy claro que la elección del próximo presidente o la próxima presidenta de Estados Unidos responde a la lógica de los intereses nacionales americanos definidos en todas sus estrategias de seguridad nacional desde el presidente Nixon: la defensa y fortalecimiento del Estado de confort del american way of life o modo de vida americano, apuntalado por la exacción de recursos de otros países.

La presencia como orador del expresidente Barack Obama para apoyar a la vicepresidenta Kamala Harris sólo recordó sus dos promesas de reforma migratoria que nunca quiso empujar con decisión porque contradecían los intereses de dominación racial locales y que el electorado lo castigó en 2016 con el voto a favor del racista Trump.

Mientras el presidente Peña Nieto le puso la alfombra roja a Trump y con ello perdió el apoyo mexicano, el presidente López Obrador -mal que bien- contuvo las decisiones imperiales de la Casa Blanca, confrontó a los mandatarios americanos cuando hubo que enfrentarlos y sentó las bases transitorias de un nacionalismo defensivo que aprovechó la debilidad del presidente Biden y el desdén de la vicepresidenta Harris.

Los presidentes Clinton, Obama y Biden no confrontaron a México como Bush y Trump, pero tampoco le otorgaron a México el papel de socio activo y todos los últimos mandatarios nos han tratado como los parientes pobres.

López Obrador no definió una nueva política exterior y de defensa nacional respecto de Estados Unidos y se quedó sólo en el nacionalismo defensivo retórico de Las Mañaneras. Y hasta ahora la presidenta electa Claudia Sheinbaum Pardo no ha definido con claridad la política estratégica bilateral.

 

Zona Zero

  • El último mes y los próximos dos van a ser de importancia vital para la seguridad pública mexicana en modo de seguridad interior y exigirán una estrategia más firme del próximo gobierno mexicano para encarar el desorden en la seguridad por la decisión de no confrontar a los cárteles y dejar que la guerra por el control de territorios esté afectando a cada vez más entidades de la República. Y hay que recordar que el presidente López Obrador definió su estrategia de seguridad aún antes de tomar posesión.

 

(*) Centro de Estudios Económicos, Políticos y de Seguridad.

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