Claudia Sheinbaum ya tomó la decisión: a partir del próximo 1° de octubre la todavía secretaria general del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), Minerva Citlalli Hernández Mora, se convertirá en la titular de la Secretaría de las Mujeres, una dependencia que todavía no existe pero que apenas le calcen la banda presidencial en el pecho a la presidenta electa tomará el lugar del Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres), el cual desaparecerá después de 24 años de existencia tras haber sido creado durante el sexenio de Vicente Fox Quesada.
Luego del nombramiento de Hernández Mora, los posicionamientos no se hicieron esperar. Hay a favor y hay en contra. Pero sobre todo hay muchísimas expectativas porque éste es un país cuya demografía es predominantemente femenina: somos casi 130 millones de mexicanos y de éstos 52 por ciento (67 millones) somos mujeres. Mujeres con las que este país tiene una deuda histórica inconmensurable. Mastodóntica.
De entrada surgen tres legítimas interrogantes con respecto a esta secretaría de nueva creación y a quien será su titular, ¿cuál será el papel que desempeñará esta dependencia?, ¿qué podemos esperar de Citlalli Hernández como secretaria de Estado? y ¿a qué mujeres apoyarán desde este nuevo ministerio gubernamental?
Las cartas credenciales de Citlalli ya las conocemos (senadora, secretaria general de Morena, asambleísta, activista, licenciatura trunca en la UNAM, etcétera). Ahora bien, ¿cuál es el conocimiento que tiene de las mujeres mexicanas de cara a su próxima encomienda? En lo personal, y esto quiero subrayarlo, “en lo personal”, quiero creer que ya tiene un diagnóstico y un plan de acción para empezar a trabajar dentro del gabinete claudista. ¿Está cien por ciento decidida y comprometida a apoyar a todas las mujeres del país o sólo tendrá ojos y oídos para aquellas que simpatizan con las causas morenistas y la Cuarta Transformación?
Porque en México tenemos madres buscadoras que van a acudir a ella; también hay mamás con hijos enfermos de cáncer que no encuentran medicamentos por ningún lado y que no tienen los recursos suficientes para que sus pequeños reciban los tratamientos médicos adecuados.
También tenemos mujeres trabajadoras que son cabeza de familia y que ya no tienen en donde dejar a sus hijos para ir a la oficina o la fábrica porque desaparecieron las escuelas de tiempo completo; también están las 43 madres de los estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa a las hoy todavía les están dorando la píldora con las “verdades históricas” de Murillo Karam y Encinas; ¿qué hay de las víctimas de la ciberviolencia y el ciberacoso?
Igualmente tenemos a miles de mujeres encarceladas injustamente y que no tienen apoyo de ninguna instancia; las víctimas de trata son numerosas; las mujeres acosadas sexualmente (en sus trabajos, en sus escuelas y hasta en sus propias casas); aquellas que laboran sin prestaciones y que están limitadas salarialmente y sin opción a ascender porque simplemente su jefe es un varón.
¿O qué tal esas mujeres que se dedican a la actividad política y que a diario son violentadas por sus iguales masculinos e incluso por sus compañeras, aplicándoles la violencia de género? Y mejor ni hablemos de las niñas que desde muy pequeñas son sometidas por sus padres con el yugo de los estereotipos machistas y misóginos. Ellas también son mujeres.
Por favor, Citlalli, no te olvides de ninguna de ellas y que, ojalá, todas quepan en tu proyecto.
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