Uno de los defectos más significativos de la arrogancia del poder (William Fulbright) se encuentra en el desdén hacia los socios dependientes y pobres, hasta que se topan con pared.
La estrategia de la Casa Blanca de Biden-Harris hacia México fue muy clara en cuanto a la subordinación de intereses mexicanos a los intereses americanos, pero en medio de la incomprensión de los estilos políticos del presidente López Obrador.
La carta de Palacio Nacional a la Casa Blanca el viernes ha sido el anuncio de una ruptura peligrosa para ambas naciones porque nunca el Gobierno de México -fortalecido con una autonomía electoral- había acusado al Gobierno de Estados Unidos de injerencista e intervencionista en asuntos nacionales.
El tema de los jueces, desde luego, interesa a los americanos, pero existen reglas, procedimientos y espacios para tratar las diferencias en paneles específicos. Pero el Gobierno de Biden -quizá el presidente no lo hizo en función de sus limitaciones de centralidad mental en asuntos de Estado y el control del poder por el Estado profundo de Washington- mandó a su embajador en modo de procónsul intervencionista a regañar a México por una decisión nacional, certera o equivocada, pero con pleno derecho a la configuración política de la actual administración y de la próxima en los siguientes seis años.
La declaración formal del señor embajador Ken Salazar se metió a un asunto que corresponde sólo a los nacionales mexicanos, tomando en cuenta que la derecha y los empresarios siempre corren a Washington a pedir auxilio, pero en ningún momento la Casa Blanca había invadido el territorio soberano del Estado mexicano para darse las reglas que quiera definirse en función de las reglas democráticas de equilibrios electorales.
El presidente Biden, la candidata demócrata Harris y el embajador Salazar quemaron sus naves y sus influencias de manera anticipada y en los hechos rompieron el equilibrio precario en las relaciones bilaterales.
Zona Zero
- La preocupación de Estados Unidos por la reforma judicial no tiene que ver con las reglas de la democracia ni con la preocupación por los mexicanos no propietarios que padecen un sistema de justicia que beneficia a los poderosos; en realidad, a EU le preocupa sólo los negocios de sus empresarios que no quieren someterse a la autoridad política soberana del Estado mexicano y sus reglas modificadas en términos procedimentales de la democracia electoral. Es decir, la Casa Blanca protege los negocios de sus nacionales y no le preocupa lo que piensan los mexicanos.
(*) Centro de Estudios Económicos, Políticos y de Seguridad.
@carlosramirezh