“Un pesimista es un optimista en plena posesión de los hechos”.

Arthur Schopenhauer

 

En la medida en que la situación en México se ha deteriorado en casi todos los frentes: político, económico y social, parecería que, a la par, crece una negación sistemática de la realidad.

Debido a mis publicaciones, ya sea en esta columna o en redes sociales, me han caído todos los calificativos posibles, que básicamente me señalan como un pesimista y un derrotista. Un amigo muy joven me reclamaba mi pesimismo porque según él, ¡México es un abismo de oportunidades!

Mi conocimiento es pesimista, pero mi voluntad, esfuerzo y trabajo es totalmente optimista. Hoy, ante la adversidad lo verdaderamente pesimista sería darle la espalda a la realidad. Llevo casi seis años escuchando a los “optimistas” de la 4T, y no estoy dispuesto a dejarme convencer de su evangelio político; lo peor es lo mejor que le puede pasar a México.

El 23 de agosto del 2024 deberá ser recordado casi con vergüenza. ¿Cómo permitimos que  décadas de construcción de instituciones para la defensa de los mejores intereses ciudadanos se nos desmoronaran entre las manos? Increíble.

Pero no fue a nuestras espaldas, fue con la omisión cómplice y vergonzosa del PAN, PRI, PRD y MC, que nos entregaron como corderos a los lobos. Seis años de anuncios desde Palacio pregonando cómo se daría la destrucción sistemática del país. Los partidos de oposición no hicieron absolutamente nada para impedirlo.

Muchos ciudadanos creímos que marchar civilizadamente era suficiente y que ese era el límite de nuestra responsabilidad social. Pero la pobreza, la inequidad, la injusticia y sobre todo,  la rabia,  seguían allí, inamovibles. Las becas y los apoyos sin pudor tuvieron el resultado que hoy le dan a la 4T carta libre, al menos, por seis años más. La verdad más lacerante no es que hayan ganado “ellos”, es cómo perdimos nosotros.

Durante años convivimos con organismos como Cofece, IFT, Inai y la CRE, entre otros, que eran instituciones al servicio de los ciudadanos para poner límites al gobierno, y contar con un gobierno más civil. Ahora tendremos que aprender a vivir sin ellos; hemos regresado a los 70’s, al más rancio y vil echeverrismo. A un capitalismo de Estado al cual, las más grandes fortunas de este país empobrecido que no pobre, le dan la más cordial bienvenida.

De los tres poderes del Estado, dos ya le pertenecen a la 4T: El Ejecutivo y el Legislativo y  si todo sigue su curso y “convencen” a los dos senadores que faltan, que es muy probable, conseguirán el 1º de septiembre desaparecer al Poder Judicial y transformarlo en un lacayo más del régimen. ¿Esto no se llama autocracia? ¿O es sólo mi pesimismo el que lo ve así? También es posible que yo esté equivocado y que en realidad vivamos en el paraíso de la libertad y la democracia.

Don Mario Delgado, actual presidente de Morena y próximo secretario de Educación, le pidió al PT el pasado sábado avalar la reforma judicial “como un regalo de jubilación al Presidente” (literal).

¿Me pregunto si debe verse esto con optimismo? ¿O a lo mejor es un área de oportunidad para el país y yo en mi ceguera no logro verlo?

Los habitantes de Chalco hoy nadan en un optimismo desbordante de mierda (sí, caca), ante la esperanza ritual de que llegará el gobierno, les repondrá todos sus escasos bienes, les dará otras becas adicionales y nos vemos el año próximo en la siguiente inundación. La solución “pesimista” sería arreglar de una buena vez y para siempre el maldito drenaje, pero de eso mejor ni hablar.

¿Será de verdad México un abismo de oportunidades? Tal vez.

 

    @Pancho_Graue