Ya vimos la sumisión de la autoridad electoral, es la misma del resto de todos aquellos que de facto quedaron a las órdenes de Andrés Manuel López Obrador, incluidos legisladores.

Por eso, cuando todavía la ganadora de la elección presidencial mantenía el estatus de virtual presidenta electa, había esa posibilidad de que el autócrata operara una descalificación electoral con sus manejables árbitros y juzgadores electorales.

Pero con la constancia de presidenta electa que el pasado 15 de agosto recibió Claudia Sheinbaum ya no hay poder político formal que le quite ese destino. Sin ignorar, por supuesto, los alcances del poder fáctico que habrá de mantener López Obrador.

Está claro que dentro de 34 días Sheinbaum será la presidenta constitucional de este país y López Obrador habrá perdido la investidura y estará en condiciones de ser tratado como su movimiento trata, por ejemplo, a Vicente Fox o a Felipe Calderón.

Pero dentro de un mes quizá ya sea demasiado tarde para que el rumbo de este país haya cambiado hacia un abismo del que será difícil salir. Y eso no es cuestión de comulgar con ideas de centro, izquierda o derecha, es entender que, bajo cualquier espectro político, siempre será mejor la democracia.

Hoy no está claro si el gobierno entrante es rehén del gobierno saliente, copartícipe o impulsor de todos esos cambios legislativos que hoy se adelantan y que sí habrán de marcar un cambio radical, para mal, de este país.

Pero eso ya lo sabremos en menos de una semana, cuando empiecen a transitar por la cámara de diputados algunas de las 18 iniciativas de modificación constitucional planteadas en febrero pasado.

Hay modificaciones inevitables, como la militarización de la Guardia Nacional, hay otras que parecerían incompatibles con el discurso de la presidenta electa, como la desaparición de los organismos autónomos.

Y está la madre de todas las rupturas con el orden democrático que es la apropiación del Poder Judicial a través de un esquema de dictadura de las masas.

Lo que esconde la intentona autoritaria que ya avanza en comisiones es la necesidad de un cambio real en ese poder, que ciertamente tiene muchos vicios que superar, pero no por la vía de la apropiación a los intereses del Poder Ejecutivo.

Tendría, de hecho, lo que resta de la semana el gobierno entrante para dar muestras de su ubicación real en estos temas.

Ya no cabe la explicación de que todo es hechura de López Obrador, hoy Claudia Sheinbaum ya tiene poder de decisión y hay que saber si quiere para ella un modelo autoritario que hunda a México en una crisis financiera, económica, de confianza, de inversiones, de libertades, o si propone una suspensión de al menos un mes al tránsito legislativo de estas iniciativas para hacer cambios democráticos y productivos.

Si todo sigue como va podemos dar por hecho que el siguiente gobierno iniciará su gestión en medio de una crisis que no le dejará nada bueno a nadie, solamente a las ambiciones de aquellos que quieren dejar atrás los intentos democráticos de un país que habrá fracasado en su lucha de no ser una autocracia latinoamericana más.

 

      @campossuarez