Petróleos Mexicanos (Pemex), la empresa petrolera más endeudada del planeta (106 mil millones de dólares de deuda, más lo que se acumule esta semana), tendrá a un nuevo director general a partir del próximo 1 de octubre.
La presidenta electa, Claudia Sheinbaum, anunció ayer lunes que el físico y maestro en ingeniería energética por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Víctor Rodríguez Padilla, es el hombre adecuado para definir, perfilar e implementar la reingeniería que requiere la empresa paraestatal más importante de este país y que ya lleva varios años sumida en una profunda crisis de operatividad y obsolescencia.
Cuando se habla de Pemex, es muy complicado poder encontrar algo positivo que sea digno de destacarse. Tristemente, se trata de una empresa quebrada, degradada y que durante décadas sólo se ha dedicado a abrirle tremendos boquetes financieros a las arcas del país. Es un verdadero barril sin fondo acostumbrado a operar con números rojos año tras año.
Por lo mismo, se vuelve sumamente importante que quien encabece los esfuerzos para sacarla del atolladero en el que se encuentra sea una persona que le sepa a este complejo negocio y, afortunadamente, el maestro Rodríguez Padilla cumple con el perfil, pues tiene más de cuatro décadas de experiencia en el sector energético.
De entrada, Rodríguez Padilla tiene que diseñar una cultura atingente y asertiva que nos permita a todos los mexicanos deshacernos del mito nacionalista de la autosuficiencia que durante años han cacareado tanto los presidentes como los directores generales de Pemex. Eso no existe y el botón de muestra más contundente que respalda esta aseveración es el siguiente dato duro: a pesar de una inyección gubernamental de 145 mil millones de pesos en 2024, la paraestatal enfrenta pérdidas por 251 mil millones de pesos al segundo trimestre de este año. ¿Se imaginan cómo va a cerrar 2024? Esto es espeluznante.
Asimismo, no podemos sustraernos al contexto de que en el presente sexenio que está por concluir (2018-2024), las calificadoras han degradado constantemente la calificación de la petrolera: en febrero pasado la agencia crediticia Moody’s rebajó la calificación de Pemex de B1 a B3, o sea, la peor calidad de crédito y a un sólo paso de caer en lo que se denomina “especulación de alto riesgo”.
Un par de meses antes, en diciembre de 2023, Fitch Ratings refrendó la calificación de incumplimiento de emisor de largo plazo en moneda local y extranjera (IDR) de Pemex en B+, ya que el apoyo del Gobierno federal a la paraestatal totalizaba un acumulado de 67 mil millones de dólares o el 3.9 por ciento del PIB del 2023 entre 2019 y 2023. Sobre una base anual, esto ha totalizado 0.4 por ciento del PIB, 1.1 y 1.8 por ciento para 2023, 2022 y 2021, respectivamente. En resumen, la calificación de Pemex pasó de estable a negativa.
Durante su presentación, en la casa de campaña de la presidenta electa, el próximo director de Pemex destacó que la base de alimentación de la economía en energía seguirá siendo el petróleo y el gas, esto mientras realiza la transición energética, pero adelantó que la paraestatal no se va a limitar a hacer petróleo, gas, condensado y todo lo que siempre ha hecho, sino que le apostará a hacer proyectos nuevos asociándose con la sociedad, con universidades y con empresarios, haciendo de la energía eólica, de la eólica offshore y de la solar los materiales estratégicos para el futuro inmediato.
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