Vivimos el presente en nuestra realidad. No vemos más allá porque incomoda, pero afuera hace frío, mucho frío.
Nos encontramos sobreviviendo entre guerras, aunque nos toquen de refilón. Además, sólo conocemos las importantes. Nadie sabe lo que pasa en Sudán o la insurgencia en el Sahel, el conflicto de Mali o las rebeliones en Burkina Faso. Nadie pone los ojos en Somalia o en el Kurdistán. Pero todas esas guerras existen. Esas y otras más. Tampoco interesa mucho lo que ocurre en Ucrania o Rusia o en la guerra de Israel contra el terror de Hamás y de Hezbolá.
Con estos últimos conflictos conviene recordar que Rusia e Israel poseen armas nucleares. El país de los zares tiene dos mil seiscientas bombas nucleares de las cuales 700 puede utilizarlas en cualquier momento. Pero es que otros países de Oriente Medio, con relaciones dudosas con Israel, también las tienen. Durante mucho tiempo Irán lo negó, pero hoy resulta una evidencia irrefutable. Lo mismo pasa con Pakistán, que entró en la carrera nuclear ya hace años. Abdul Qadir Kahn fue el padre del desarrollo nuclear de Pakistán.
Y todo eso lo tenemos enfrente. Nos puede estallar en las manos, claro que nos puede estallar. Por eso concretamente estas guerras entre Israel y el terror y Ucrania y Rusia es imperioso que esos conflictos concluyan. En realidad, deberían terminar todas. No nos podemos olvidar de las cincuenta y cuatro más que hay en la actualidad en la tierra.
@pelaez_alberto