Hector-Zagal
 

Septiembre es un mes de fechas patrias. Tenemos el grito de Hidalgo, la consumación de la independencia y, entre muchas otras efemérides y celebraciones, el Día Internacional del Chocolate.

Ciertamente el chocolate es una de las grandes maravillas que México le dio al mundo. Se sabe que desde el 1100 a. C., el cacao ya era aprovechado por las civilizaciones de la época. En ese entonces, utilizaban sólo las vainas del cacao para fermentarlas y con ello conseguir una bebida alcohólica.

Años después se dieron cuenta de que, si fermentaban también las semillas del cacao, obtenían una bebida no alcohólica que, sin embargo, era muy amarga: el chocolate. Y es que, en realidad, el chocolate es amargo de origen. Nosotros nos hemos acostumbrado a endulzarlo con azúcar, pero incluso su etimología remite a esta amargura de sabor: “xoco” de amargo y “atl” de agua.

Para los tiempos de los toltecas, el chocolate ya era una bebida muy popular, aunque elitista. Se trataba de una bebida reservada para fiestas religiosas o para acontecimientos importantes como matrimonios o nacimientos. Los únicos que la tomaban constantemente solían ser los grandes gobernantes. El mismo Moctezuma, nos cuenta Bernal Díaz del Castillo, bebía chocolate en copas de oro.

El chocolate se bebía con agua y era acompañado con especias o algunos chiles. Por el Código Florentino sabemos que también se buscaba que fuera espumado. Como en aquel entonces no había molinillos, transvasaban el chocolate de un recipiente a otro para que espumara. Hay quien dice que sí existía un instrumento mesoamericano para espumar el chocolate. Se trataba de una vara con tres puntas que Alonso de Molina recogió en su diccionario náhuatl-español como “chicolli”.

Luego del descubrimiento de América y de la Conquista española, el chocolate migró a Europa. Allí fue donde se empezó a preparar con leche y azúcar. En el siglo XVII, cuando la infanta María Teresa de Austria se casó con el rey Luis XIV de Francia, se llevó consigo buenas porciones de chocolate a Versalles. Incluso se sabe que tenía su propia “Molina”, una mujer que se encargaba de molerle el chocolate.

A la pobre de María Teresa se le pudrieron los dientes por las caries y, mientras algunos pensaban que era por culpa del ajo, la mayoría de sus cortesanos lo atribuyó al exótico chocolate traído de México.

¿Ustedes qué piensan? En una de esas, la reina ni siquiera se lavaba los dientes…

Sapere aude!

@hzagal

 

Profesor de la Facultad de Filosofía en la Universidad Panamericana