El filósofo chino Confucio sostenía que, cuando el gobernante ama sinceramente a su pueblo, el pueblo también lo amará y respetará. Este principio encuentra eco en el “amor con amor se paga”, que se ha materializado en la confianza de cerca de 70 millones de personas que respaldan el desempeño del presidente Andrés Manuel López Obrador.

A menos de un mes de concluir su gestión, el mandatario de nuestro país se despide con una aprobación superior al 70 por ciento, un nivel de respaldo que no se había visto desde cerca de medio siglo. Este hecho es significativo no tanto por la cifra, sino por lo que representa: un gobierno que, pese a las dificultades y los retos, mantuvo el apoyo del pueblo.

La popularidad y el cariño de la gente no son fortuitos ni el resultado de estrategias de imagen; por el contrario, reflejan a un gobernante que, en todo momento, muestra congruencia entre el pensar, el decir y el hacer, y que ha cumplido con sus promesas y los principios de la Cuarta Transformación, incluso frente a un entorno adverso y a las campañas de desprestigio en su contra.

Es innegable que su administración enfrentó desafíos enormes. Sin embargo, a pesar de las críticas, el presidente López Obrador logró conectar con el pueblo de una manera que no se había visto en décadas, demostrando que el liderazgo auténtico no se mide únicamente con los logros, sino con la intención y cercanía con la gente.

Este respaldo se traduce en un reconocimiento al cambio de paradigma en la forma de gobernar. La mayoría de las encuestas reflejan que, a pesar de los altibajos, prevalece una sensación de transformación en el país, una esperanza renovada en la política como una herramienta para el bienestar colectivo.

Mientras algunos opositores insisten en minar la credibilidad del Presidente, la mayoría de las y los mexicanos valora que se haya mantenido fiel a su principio de “primero los pobres”, un compromiso visible en políticas como la pensión para personas adultas mayores, becas para estudiantes y los programas sociales que buscan combatir las desigualdades históricas.

Al final de su mandato, no sólo se va con cifras de aprobación récord, sino que sienta el precedente de que gobernar para el pueblo —y no para las élites— trae consigo un respaldo genuino y una legitimidad que trasciende las urnas.

El presidente López Obrador culmina su periodo con la satisfacción de haber marcado un antes y un después en nuestra historia política, demostrando que la empatía, el compromiso y la transparencia con el pueblo son la clave para una administración exitosa.

Dejará una huella difícil de borrar en la memoria colectiva de las mexicanas y los mexicanos.

 

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