Cada que un proyecto nuevo inicia, comercial, de medios, la mayoría de las veces su intención es captar la atención de los jóvenes. Entendiendo ese término como la población de más de 18 y menos de 29 años.

En el caso de los partidos políticos la historia no es muy distinta y cada periodo electoral hay un intento de coqueteo con los jóvenes por parte de los partidos que a veces tiene éxito y otras no.

La razón es que son casi la tercera parte de la población y constituyen un mercado que puede conservarse durante más tiempo. Pero la respuesta del segmento de la población no siempre es apasionada. Según encuestas del instituto de la juventud y del Inegi, la política no es necesariamente el tema de mayor interés, ocupa apenas el 17 por ciento de las preocupaciones de los jóvenes.

Por eso cuando escuché que había dos movimientos de jóvenes flanqueando las posturas a favor y en contra de la propuesta de la reforma judicial, me llamó la atención.

De una postura a otra, ambos lados pelean por una posibilidad de futuro. La movilización de los jóvenes inició con los estudiantes de derecho que decidieron manifestarse el 1 de septiembre, a la par del informe del presidente Andrés Manuel López Obrador.

La movilización alcanzó un número nada despreciable de personas en el Ángel de la Independencia. José Mario de la Garza, uno de los jóvenes que encabeza el movimiento, aseguró en entrevista que salieron a la calle por “una preocupación genuina por el sistema de justicia”.

Una respuesta muy parecida a la de Layla Manilla, una de las jóvenes que están en el movimiento Jóvenes por la Reforma, la postura opuesta, que se manifestaron frente a la Suprema Corte de Justicia.

Layla dijo también en una llamada, que la intención era levantarse contra una serie de “ineficiencias que tiene el Poder Judicial y el interés de democratizarlo”.

Más allá de los cambios más profundos, políticos y técnicos que vendrán con la reforma judicial (con la aprobación de esta o de un intento nuevo) creo que tenemos que empezar a ver con más atención los fenómenos de los estudiantes, porque es ahí donde viene un relevo generacional y la construcción de otra clase de política.

Y la duda genuina es: ¿no podría construirse un acuerdo sobre la base general de que el poder judicial necesita una reforma? Si hay puntos de coincidencia de ambos bandos, ¿no deberíamos centrarnos más en ellos?.

Es una llamada de atención cuando los estudiantes se involucran profundamente con una causa y en buena medida marca las gestiones de los gobernantes.

Fue el caso del movimiento #Yosoy132 en el arranque de la Presidencia de Enrique Peña, el seguimiento del caso de los normalistas de Ayotzinapa también en ese sexenio.

En este sexenio la participación de los jóvenes médicos residentes marcó una buena etapa de las inconformidades y carencias que hubo en la pandemia. Veamos esta vez, a dónde nos llevan los jóvenes.

 

@micmoya