Previo a su presentación estelar en el Hay Festival Querétaro, la periodista argentina Leila Guerriero, habló un poco sobre su presente y pasado como escritora
Foto: Demian García| Leila Guerriero tras la charla con los medios en el día 2 del Hay Festival Querétaro 2024.  

Horas antes de su presentación estelar en el Hay Festival Querétaro, la periodista argentina Leila Guerriero (Junín, 1957) ofreció un encuentro con los medios de comunicación en la sala de un recinto histórico de la ciudad del centro de México. Antes de dar paso a la ronda de preguntas, a la que como escritora está más que acostumbrada, contó una anécdota que aligeró más la mañana.

“Aquí en México, Xalapa. Recuerdo con enorme cariño”, dijo, para rememorar sus participaciones en el Hay Festival. “Quizá por los motivos equivocados. Lo pasé muy, muy bien en el festival, pero sucedió algo cuando terminó el festival, (…) tomamos un avión de regreso a la Ciudad de México, con Ricardo Piglia, un escritor (argentino, también) muy querido, y por un colapso de vuelos en el aeropuerto de la CDMX, el avión nunca pudo aterrizar, entonces tuvo que regresar a… Veracruz”, titubea, pues no recuerda con exactitud.

Te podría interesar: Tunden a Franco Escamilla tras XV de su hija; reviven chistes sobre la obesidad 

Contó que, tras lograr el aterrizaje en la capital mexicana, el avión con destino a Buenos Aires ya había partido. Entonces se quedó, junto al autor de El último lector, un día conociendo, quizá vagando por la ciudad. “Fue uno de esos días que uno quisiera guardar en un marquito”, confiesa. Entre risas, enlistó las cosas que hizo con Piglia: pasearon, se quedaron en cualquier hotel, y comieron comida de colores, “de color rosa, de color verde… ¡Una cosa muy inmunda!” Todo ello, para reflexionar, de la manera más natural posible, sobre la figura de la persona y la figura del escritor. Dígase la humanidad más allá del oficio.

El periodismo con estos tiempos y en estos tiempos

Todo aquello que Leila Guerriero comunica parece asirse al espacio de la reflexión. La soltura natural de sus breves discursos, sus posicionamientos, las preguntas que responde parecen ir todas en el mismo sentido que exige la responsabilidad de estar diciendo lo que se dice, pero también de la vitalidad y la transparencia más innegables que cada vez se posan menos sobre este mundo.

Contrasta las diferencias palpables entre lo que llama “el periodismo de todos los días” y el periodismo narrativo. Este último es el que ella trabaja, y la prisa, apunta, afecta principalmente a lo que hacen el periodismo diario. En el área a la que ella se debe, eso parece no existir. Para ejemplificar: acaba de terminar dos perfiles que le llevaron alrededor de cuatro meses de trabajo; sin embargo, no sería posible sin editores que te entiendan y te echen una mano para poder hacer el laburo total que exige escribir un perfil, investigar, dejarse conmover. “Siento que el lugar natural del periodismo narrativo empieza a ser, más que nada, el espacio de las editoriales”, puntualizó.

Acaso, como corolario, con humildad sobrecogedora, confiesa que ella sería incapaz de hacer algo como lo que estamos ahí sentados haciendo el resto, es decir escribiendo en cuanto terminamos de recoger la información:

“Sería incapaz de salir de una conferencia de prensa y escribir un párrafo que tuviera cierta dignidad. Soy muy lenta para escribir, soy lenta para ver, para establecer una idea. Entonces, me parece muy admirable lo que se hace. (Por otro lado), me da mucha pena ver eso, la amargura de muchos colegas que se dedican a hacer noticias, por la presión, por tener que estar atados al clic, por tener que seguir ciertas reglas absurdas”.

Te podría interesar: Muere el cantante brasileño Sérgio Mendes

Para poner fin a la conferencia, aunque dando pie a continuar la conversación allá afuera, la autora de Teoría de la gravedad reflexionó sobre la injerencia de la realidad política en su obra y, sobre todo, en la vida de uno. “Nos afecta la realidad política que no vivimos (…), no hay manera de que no incida en tu vida, en lo que escribís. Es el rastro inevitable de todo”, espetó.

Aunque de forma inexorable salió a cuento la realidad que se está viviendo en Argentina con Milei al mando del país sudamericano y que luego externara sentida y brevemente su preocupación por las desapariciones (forzadas y no forzadas) en México –misma que se vio intensificada tras una visita a Jalisco, Guadalajara cuando tuvo oportunidad de hacer una residencia en la Casa Estudio Cien años de soledad–, hubo que asirse a la reflexión periodística y la memoria, hubo que ceder al capricho irremediable de caer en el juego de la esperanza.

CSAS