Foto: Demian García | Raúl Zurita tendrá una charla el sábado 7 de septiembre, en el Teatro de la Ciudad de Querétaro  

Mínimamente encorvado, con moderada formalidad en su vestimenta y un café en mano fue como Raúl Zurita ingresó a una sala que se llenó pronto de gente que quería escucharle. Apenas se sentó, tomó el micrófono y preguntó si se escuchaba bien. Asentimos casi al unísono todos los presentes. Solo luego comenzó a responder preguntas con la misma lucidez con la que escribe poesía.

Los versos del poeta chileno tienen una conexión estrecha con el cuerpo. Sí: los versos de ese ser que afirma que “somos hijos de la muerte y del poema”. Son, probablemente, una extensión de (su) cuerpo.

No es sorprendente entonces que uno de los primeros cuestionamientos lanzados hacia el también ensayista tenga que ver con su poesía y la relación que guarda con las cicatrices, sean las del cuerpo o las del corazón. Sin más que lo necesario, sólo zanjó una verdad innegable: “las cicatrices forman parte de mi vida, por tanto forman parte de las cosas que escribo. Las exhibo o las oculto en mi presente, pero ahí están”.

“La poesía es una respuesta a las preguntas que todavía ignoramos”, enunció el autor de Anteparaíso”. Parece llegar fácil a esa conclusión tras suspenderse de momento en una reflexión ambigua y profunda sobre la crueldad de la poesía. Y entonces vuelve a la cuestión del cuerpo, a esa evolución que se ha dado inexorablemente a lo largo de su vida y el oficio de vate, quizá por ello logró acomodar esas cavilaciones y decir entonces que tal como ha trabajado con su cuerpo, su cuerpo ha trabajado en él, “que no es distinto”. Como consecuencia natural: sólo en la escritura se definirá, después, todo

(Momentos después, en un falso salto cuántico, luego de decir con esa voz tenue y firme que la poesía se encuentra tremendamente viva, lanzó a su modo esa verdad que podría incomodar a más de uno: “somos Palestina, somos esos cuerpos que están aplastados debajo de miles de escombros”.)

Parece luego volver a una conexión más densa, tangible hasta la médula. Raúl Zurita se dice preocupado de absolutamente todo. Quizá por ello recupera una frase que parece sepultar eternamente cualquier dejo positivo que se tenga frente a la muerte innatural: “por cada ser que muere, desaparece la humanidad entera”. Es cierto también que el poeta podría parecer pesimista por describir la violencia y la masacre y la barbarie del mundo, empero sólo está retratando el mundo allá afuera.

En un repaso sobre Chile y la influencia que tiene en su poesía, como si en lugar de exposición pública el autor de Los países muertos hubiera pasado a estar en un falso soliloquio, se preguntó, sin encontrar respuesta, sobre el significado real de la patria –si es que lo hubiera–, el patrimonio cultural chileno; rememoró a Neruda, a Parra, y también encontró bien decir, acaso para convencerse de algo que desconocemos, que Chile, su país, le parece “doloroso… doloroso y entrañable”.

A pregunta expresa de una compañera reportera, interesada en conocer si escribiría algo de narrativa en lugar de poesía, Zurita respondió que “para bien y para mal, todo lo que he escrito tiene que ver con la poesía”. Escriba lo que escriba, pues, la poesía aparece, es una mácula perpetua en sus letras. “Los temas toman su propio ritmo. Un ritmo está más cerca de la prosa, otro ritmo más cercano a lo que es un poema”, dijo a manera de conclusión.

Finalmente, posterior a recordarse a sí mismo que en realidad quería ser ingeniero para luego devenir poeta, dijo que no creía que hubiera una poesía antigua y una poesía actual, no desde su perspectiva. Es todo poesía, pues, con todo y sus bemoles.

El poeta chileno, pieza clave del movimiento poético de Chile, Latinoamérica y el mundo, se presentará el sábado 7 de septiembre en el Teatro de la Ciudad para conversar con Jan Martínez Ahrens. El programa del Hay Festival Querétaro promete que habrá una lectura poética por parte de Zurita. Quizá sea, como todos los demás eventos, algo imperdible.

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LDAV