Era cuestión de tiempo.
Andrés Manuel López Beltrán, el hijo favorito de Andrés Manuel López Obrador, será el operador del partido oficial, Morena, desde este septiembre.
Pocos lo vieron en el momento, pero su destape ocurrió en diciembre de 2013, cuando su padre fue hospitalizado con una angioplastía o bloqueo de las arterias coronarias.
¿En un hospital del ISSSTE o del Instituto Mexicano del Seguro Social?
No.
En uno privado de altísimo nivel (Médica Sur) a donde fueron enviados por el gobierno de Enrique Peña Nieto -quien no quería una víctima- los mejores cardiólogos para asegurar su supervivencia, gracias a lo cual recibió atención de lujo y se recuperó con rapidez.
Según indican los médicos encargados de su atención, ese problema impedía el flujo de la sangre hacia el corazón y puso en grave riesgo su vida.
Los primeros síntomas aparecieron mientras sitiaba la sede del Senado de la República -como ahora lo hacen opositores a su reforma para anular al Poder Judicial de la Federación- en contra de la reforma energética.
En su ausencia, encomendó a su hijo Andrés Manuel López Beltrán mantener la arenga a sus seguidores, con baja respuesta popular, por cierto.
SALTO A LA FAMA
Ese día nació un candidato.
Lo conozco.
Lo traté muy poco cuando niño vivía en una casa de buen nivel en Tabasco 2000 -media en la clasificación social general, de lujo para los pobres de esa entidad- y ellos departían con hijos de amigos míos.
Con el tiempo su fama creció hasta aparecer en primerísimo nivel mediático con información sobre nexos con grandes inversionistas del gobierno de su padre, en especial el Tren Maya.
Con toda su influencia y negativa presidencial de cualquier acto de corrupción, eso resulta secundario frente al florido futuro para el hijo del caudillo de la autodenominada 4T.
En su primera aparición política oficial, Andrés Manuel López Beltrán va a la secretaría general de Morena al lado de Luisa María Alcalde para ser garante de lealtad de las masas para el de Macuspana.
Un lugar privilegiado, me dice un morenista conspicuo, porque si hay alguna desobediencia de Claudia Sheinbum, estará en primera línea para instalarse a las puertas de Palacio Nacional tras una eventual revocación de mandato.
Y si no, pues vendrá el 2030 con todo el respaldo de papá.
Ayer López Obrador quiso deslindarse de ese porvenir filial: “Quiere apostar a ser electo, no impuesto…”.
DUDA OPOSITORA
Lo anotábamos ayer: la duda está en el comportamiento de un panista.
Miguel Ángel Yunes Márquez, senador con pedigree, no había firmado el compromiso partidista de votar contra el golpe al Poder Judicial de la Federación y en especial a la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
De él depende el destino del país, la democracia y la división de Poderes, subrayamos, porque su voto será definitivo para saber si trasciende la oposición (PAN, PRI, MC, más Manlio Fabio Beltrones).
Para este martes estaba programada la primera lectura del dictamen de comisiones y la votación sería el miércoles, pero el ansia gubernamental no puede esperar y tal vez se vote hoy.
Ahí se verá quiénes son los traidores o, si lo prefieren, lucirse como héroes.
Lo sería Yunes Márquez si denuncia la persecución judicial en su contra y, a pesar de ella, se mantiene firme y frena la base del llamado plan C y un daño irreversible a la autonomía judicial.
@urenajose1
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