El tema de los plásticos es complejo, porque si bien es cierto que la narrativa se inserta en un entorno donde se han convertido en un elemento clave en nuestras vidas, también representan un grave problema ambiental.
Anualmente se desechan más de 52 millones de toneladas de plástico, una cantidad tan grande que, si se alinearan, podrían rodear la Tierra aproximadamente 1,500 veces, lo que sumado a la problemática de los microplásticos, nos enfrenta a una realidad alarmante, pero cuya solución ha tomado el rumbo incorrecto.
Hoy en día, abordar este tema desde un aspecto multilateral debe analizarse desde una perspectiva de innovación; ya que existe tecnología para generar mejores mecanismos de gestión integral de los plásticos. No obstante, su deficiente y/o nula aplicación, no sólo ha llevado a una constante búsqueda de prohibición de los mismos, sino también a legislaciones que tienden –sin evidencia científica– a estigmatizar su innovación, lo que ha devenido tanto en una mala gestión como en la creación de rellenos clandestinos.
De hecho, en muchos casos, los principales generadores y comercializadores ya están preparados y adaptados tecnológicamente. Sin embargo, a nivel cultural y urbano, la cadena de valor aún debe ajustarse a nuevos estándares de adaptabilidad.
Es por ello que los investigadores argumentan que, en un futuro, el simple hecho de mejorar la recolección de residuos no será suficiente. Más bien, se debe transitar del modelo de consumo actual –donde el uso y desecho inmediato son la norma– hacia un enfoque circular, donde los plásticos sean reintegrados continuamente en la cadena de valor.
Lo anterior, deja ver que el verdadero error detrás de la problemática consiste en culpar a los plásticos en sí mismos, cuando el problema es, en realidad, el mal uso que les damos como sociedad. Para ellos, la clave está en la educación del consumidor y en un replanteamiento del ciclo de vida del plástico en términos económicos, pues como material, tiene propiedades innegables: es barato, versátil y puede reciclarse en infinidad de productos nuevos si se maneja adecuadamente.
Por lo que la verdadera pregunta, entonces es ¿Qué estamos haciendo para impulsar un proceso productivo circular que permita maximizar el uso de este material sin destruir el planeta en el trayecto? Parece ser que la solución no está en eliminar el plástico ni en imponer prohibiciones, sino en promover mecanismos más eficientes para una gestión integral de los residuos, que involucren a la industria, y que vayan acompañados de una mayor inversión pública, así como de la creación de rellenos sanitarios más eficientes.
En ese marco, la cooperación internacional será clave en la lucha contra la contaminación plástica y la implementación de medidas eficaces; pues no cabe duda que la solución no será sencilla, pero sólo mediante una visión colectiva y una planificación fundamentada en hechos científicos, podremos aprovechar los beneficios que el plástico puede ofrecer en un mundo que demanda innovación sostenible y sustentable.
Consultor y profesor universitario
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