Alexandra Kollontai, pionera en la lucha por los derechos de las mujeres, afirmó alguna vez que la emancipación de estas es inseparable de la lucha por la justicia social. Hoy, México escribe un nuevo capítulo en esa historia, con la llegada de la doctora Claudia Sheinbaum a la Presidencia de la República.
Este hecho es reflejo del cambio profundo que está ocurriendo en nuestro país y en el mundo: además de convertirse en la primera mujer en ocupar la Presidencia, liderará un bastión que tradicionalmente ha sido territorio masculino. A partir del próximo 1.º de octubre, su papel como comandanta suprema de las Fuerzas Armadas será una manifestación de que los viejos esquemas de poder están siendo desafiados y reconfigurados.
Durante su reciente discurso ante más de 21 mil efectivos militares, reunidos en la plaza de maniobras del Heroico Colegio Militar, y junto con el presidente Andrés Manuel López Obrador, la presidenta electa dejó en claro que no se trataba de un simple acto de protocolo, sino de una declaración de principios, en la que subrayó la transformación profunda que experimenta el país y la relevancia que tienen las Fuerzas Armadas en dicho proceso.
Su compromiso con un enfoque humanista dentro de la institución militar abre un camino hacia una visión más inclusiva y comprensiva, cuyas prioridades seguirán siendo los derechos humanos y la paz. De igual manera, enfatizó la labor humanista de las Fuerzas Armadas, destacando su papel tanto en la seguridad nacional como en la construcción de un México más justo.
Este acto es un recordatorio de que las mujeres deben ocupar espacios de liderazgo en todos los ámbitos de la sociedad, pero también es un llamado a seguir avanzando. La llegada de la Dra. Sheinbaum a la primera magistratura del país y su nuevo rol como comandanta suprema son testimonio de los logros en la lucha por la igualdad de género.
Como ella misma lo señaló: “Es el tiempo de las mujeres”. De ahí que su triunfo sea, en muchos sentidos, el triunfo de todas las mujeres que han luchado por abrirse paso; un reconocimiento a todas aquellas que enfrentaron —y enfrentan— barreras, prejuicios y discriminación. Su éxito es una invitación poderosa a continuar trabajando por un país en donde la igualdad sea una realidad concreta.
En el liderazgo de la presidenta electa reside un recordatorio de que la lucha por la igualdad no termina con la conquista de un espacio de poder, ya que es un esfuerzo continuo. La llegada de la primera mujer a la comandancia suprema de nuestras Fuerzas Armadas es un logro sin precedentes, pero también un desafío que requiere de todas y todos para seguir con el proceso de transformación y consolidar un México más justo y equitativo.
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