¿Quiénes pueden ser los más satisfechos con la forma de aprobar la reforma al Poder Judicial?

La respuesta obvia es su creador, Andrés Manuel López Obrador, quien debe estar más que complacido con el fondo vengativo de su reforma y la manera como le permite apoderarse del control de la Judicatura.

También debe estar más que satisfecho con las formas, con esa operación coercitiva y hasta mafiosa de comprar, amenazar o desaparecer a legisladores que abren el camino para que pase la aplanadora legislativa.

Seguro que los serviles legisladores oficialistas, que muchos ni siquiera leyeron la iniciativa, no pueden estar satisfechos. Están tranquilos porque todos, sin chistar, obedecieron los deseos presidenciales.

No pueden estar satisfechos los consejeros del Instituto Nacional Electoral, quienes, de la mano de una mayoría de magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, forjaron artificialmente esa sobrerrepresentación legislativa que vimos actuar ayer.

Seguro que tampoco estarán satisfechos los senadores traicioneros, quienes podrán seguir su camino con una menor carga de carpetas de investigación y abultadas carteras, pero que llevarán siempre el peso de faltar a su palabra.

¿Quiénes más se podrían decir satisfechos?

Por lo pronto aquí hay un mensaje en redes sociales de algunos que están plenamente satisfechos con lo que implica esta contrarreforma para el futuro democrático de México.

La organización conservadora del sector privado llamada Texas Public Policy Foundation posteó ayer mismo este mensaje: “Texas está listo para dar la bienvenida a los dólares de los inversionistas que podrían estar buscando un nuevo destino como resultado de la incertidumbre que rodea la radical reforma judicial en México. Ofrecemos un ambiente estable y amigable a los negocios para los inversionistas globales que no cambian drásticamente los poderes.  Respetamos los negocios”.

Si le rascamos un poco a esa organización, por supuesto que se son conservadores y hasta radicales, pero sí tienen un punto en esa sarcástica invitación a los capitales.

Toda inversión es una cuestión de costos de oportunidad. Si en algún momento las fábricas salieron de territorio estadounidense para ubicarse en China fue porque reducían sus costos de mano de obra, porque obtuvieron facilidades fiscales y territoriales.

Cuando la geopolítica y la pandemia se encargaron de encarecer aquel mercado asiático, salieron en busca de nuevos destinos.

México y sus grandes ventajas de mano de obra menos cara, mejores condiciones climáticas, frontera común con Estados Unidos y salida a los dos grandes océanos sonaba con un destino natural.

Pero, el gran costo que ha implicado para los inversionistas la autollamada Cuarta Transformación está llegando ya a los límites. A la falta de garantía de energéticos suficientes por la visión estatista, la falta de seguridad pública, la falta de infraestructura suficiente y en buen estado, se suma ahora la aprobación de un modelo autocrático que termina con la poca seguridad jurídica que ofrecía México.

Es ahí donde llegan los texanos con una oferta central básica: confianza. Estado de derecho, leyes claras, seguridad pública, infraestructura, energía de sobra.

A cambio, mano de obra a precios estadounidenses, sistemas burocráticos complejos, sobrerregulaciones y políticas a veces contradictorias entre los gobiernos federal, estatal y los condados.

Pero, en el balance, el costo de oportunidad empieza a beneficiar a Texas y ellos lo saben.

 

     @campossuarez