En el marco de la inauguración de "Uno, ninguno y cien mil", el artista Jorge Ismael Rodríguez platicó con este diario sobre su arte.
Foto: Cortesía. En el marco de la inauguración de "Uno, ninguno y cien mil", el artista Jorge Ismael Rodríguez platicó con este diario sobre su arte.  

De entre los muchos materiales que existen para hacer esculturas, el artista Jorge Ismael Rodríguez (Ciudad de México, 1960) eligió la obsidiana. En ella encuentra particularidades históricas que nos remiten a un pasado concreto, tradicional. “Tezcatlipoca tenía como atributo un espejo de obsidiana”, recuerda.

–La obsidiana es un material de origen volcánico, es una roca magmática —agrega Jorge a través de la videollamada que nos permite charlar sobre su trabajo—. Se generó por el fuego, por el calor, se derritió y tuvo la suerte de estar en una serie de circunstancias para ser vidrio y no ser otra cosa. Para ser este vidrio especialísimo, mágico y profundo.

Jorge habla con profunda pasión acerca de la obsidiana, que forma parte fundamental de su arte. Asimismo menciona que este material tiene virtudes que no tienen los otros. No es, quiere decir, una casualidad estar trabajando con esto y no con otra cosa. Tampoco viene todo a esto a cuento por cuestiones de azar. Se debe a que la primera exposición individual del artista, Uno, ninguno y cien mil, que está conformada por siete piezas escultóricas, está hecha en su totalidad de obsidiana. 

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Tras describir puntualmente la introspección que requiere o provoca observarse reflejado en esta piedra, y cómo tiene una carga distinta a la de mirarse en cualquier espejo, el también escultor reflexiona acerca de la desacralización del arte, esa idea alejada de pureza que no permite interacciones que fragmente la idea inmaculada que ha sido impuesta.

“Vengo de una formación en donde las esculturas son santos o héroes. Como yo me formé, afortunadamente, por las circunstancias dentro de un espacio de representación, entendí algunos valores de las esculturas, y había algunos que ya eran obsoletos y ya no correspondían a nuestro tiempo. (Uno de ellos) era justamente el de la distancia entre la persona y el objeto de arte”, profundiza. 

Es decir, la contraparte total de otro concepto habitual dentro del arte: la contemplación pasiva. Acá sucede todo lo contrario, aquí es necesaria la estrechez, el contacto. Busca que su trabajo esté inmerso en una “contemplación activa”: “que sí haya contacto físico, contacto intelectual y que haya un contacto visual”. Es, al final, el rompimiento del “no tocar”.

COORDENADAS DE LA EXPOSICIÓN

El nombre de la exposición es una suerte de homenaje al libro homónimo de Luigi Pirandello, otrora testamento literario del también dramaturgo italiano, a quien el artista y la historia misma consideran uno de los creadores del teatro del absurdo. Es en esta novela que Jorge Ismael Rodríguez encuentra no sólo una inspiración sino también un hilo que conduce. 

Acaso por sus características existencialistas, por los juegos de la otredad, de la ambigüedad, del peso de la soledad inevitable a la que conducen las miradas de los otros. Tal como dice el artista mexicano en aras de traer a Pirandello de vuelta: un juego de encuentros y desencuentros que llevan a la reflexión de ser el individuo que no es sólo uno, sino cien mil.

(Volviendo a la exposición), resultaba inexorable que no saltara a la mesa el nombre de Tania Ragasol, historiadora del arte y curadora de Uno, ninguno y cien mil. El también formado como artista tridimensional, sólo tuvo palabras de elogio para Ragasol: destacó su sensibilidad, su inteligencia y “su mirada tridimensional”; y dijo que, pese a no conocerse hasta esta posibilidad de trabajar juntos, fue “un encuentro muy poderoso y muy nutritivo”.

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Finalmente, aunque reconoce que su obra no tiene nada que ver con Francisco Toledo, el histriónico artista oaxaqueño que dejó un legado invaluable, sí lo encuentra inspirador para su trabajo. Asimismo brotan los nombres de otros portentos del pensamiento y la literatura: Walter Benjamin y Jorge Luis Borges. Acaso será tarea de quienes asistan a la exposición descubrir dónde es que se encuentran los visos de estos genios en sus esculturas y su pensamiento.

La exposición Uno, ninguno y cien mil, primera en solitario del artista, estará abierta al público durante dos meses a partir de este jueves 19 de septiembre en la novísima Galería Ana Tejeda, ubicada en la colonia Roma. El horario en que se puede asistir es entre 11:00 y 19:00 horas. La entrada es sin ningún costo.