En medio de ridículas demostraciones melodramáticas de varios de sus aplaudidores y aduladores, como la secretaria de Cultura, Alejandra Frausto; el gobernador de Baja California Sur, Víctor Manuel Castro y la diputada morenista Erika del Castillo, cuya zalamería los llevó al borde de las lágrimas, el presidente López Obrador concluye su gestión dejando enormes boquetes en varios frentes, heredando a su sucesora diversas crisis que él jamás quiso atender porque siempre le pareció más importante acrecentar sus índices de popularidad y el rating de sus mañaneras.
Así es, el todavía Presidente se marchara el próximo martes a “La Chingada”, su rancho ubicado en Palenque, Chiapas, empapado en el autoengaño que él mismo se vendió durante seis años de que la historia le tiene preparado un lugar junto a Benito Juárez y Francisco I. Madero.
Andrés M. López Obrador tuvo en sus manos la enorme oportunidad de hacer de México un mejor país, de hacer algo verdaderamente histórico por todos (incluido él mismo), pero su resentimiento, su ira y su ego se lo impidieron.
¡Qué lástima!
Y se va dejándonos una herencia similar a la que nos endosaron López Portillo, Salinas de Gortari, Calderón Hinojosa y Peña Nieto. Con focos rojos encendidos por todos lados: Seguridad, educación, salud, economía, medio ambiente, narcotráfico, migración, política exterior, etcétera. No hay ni por donde empezar, pero de algo si estamos seguros: A partir del próximo martes vamos a tener que meterle las manos a los problemas y jalar parejo… ¡Todos!
A los políticos se les olvida algo sumamente esencial cuando están del lado de aquellos que detentan y ejercen el poder: Éste es efímero y no siempre es posible estar barriendo la basura debajo de la alfombra. Tarde o temprano la cruda realidad acaba por imponerse y ésta arrasa a su paso todo lo que encuentra, incluidas las engañosas (y mentirosas) encuestas de aceptación y popularidad. Les guste o no, percepción es realidad y ésta se manifestará en plena resaca del sueño obradorista.
Lamentablemente las coyunturas y las circunstancias (las verdaderas, no las inventadas por su equipo de maquiladores de quimeras) le enviarán muy pronto un doloroso memorándum al Presidente Obrador, quien desde ya sabe que le falló a México, a todos los mexicanos y a él mismo, porque su labia y sus ejércitos no podrán ocultar que, por ejemplo, su sexenio pasa a la historia como el más violento y sangriento de la historia. Doscientos mil homicidios dolosos, casi 60 mil desaparecidos, 72 mil cuerpos sin identificar en las morgues, más de 5 mil feminicidios y el narcotráfico con presencia en prácticamente todo el país. Pero él se va feliz, feliz, feliz de que su índice de aprobación está cercano al 80%.
No cabe duda que el peor enemigo de los políticos es la realidad.
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