Uno de los resultados más lamentables, trágicos, tangibles de la administración de López Obrador, ha sido la polarización de la sociedad, como se ha visto recientemente en el caso de Acapulco.
No hay mayor abandono que el de la solidaridad ciudadana.
La ciudadanía se ha solidarizado en todos los casos de desastres naturales, previo a lo ocurrido con Acapulco luego del paso de Otis.
En el caso del terremoto de septiembre de 1985, la sociedad civil tomó el control del rescate y la recuperación de cuerpos, ante un Gobierno federal pasmado por el nivel de destrucción y por la carencia de un plan integral de rescate y la ausencia de recursos para enfrentar una catástrofe.
En el 2017, fue la sociedad quien nuevamente salió a las calles para contribuir de manera fundamental en el rescate de sobrevivientes y de fallecidos.
Apenas unos días antes, un terremoto había azotado a Chiapas y Oaxaca; inmediatamente después se crearon centros de acopio a los que todos acudimos a donar lo que estuviera en nuestras manos.
Pero con Acapulco las cosas no son como fueron.
A las solicitudes de ayuda hechas por ciudadanos, algunos líderes de opinión y por autoridades locales, las respuestas en redes sociales han sido devastadoras: qué te ayude el gobierno.
Ayer, una comentarista publicó el anuncio de la apertura de un centro de acopio en las Lomas de Chapultepec, enumerando los productos que más se requieren; recibió dos mil comentarios.
Dos mil.
Ninguno de ellos, ninguno, fue de solidaridad ni para replicar siquiera el comunicado.
Todos los comentarios, sin excepción, se referían al hecho de que, a pesar de tener una gobernadora invisible e insensible, Evelyn Salgado, más preocupada por quedar bien con López Obrador que con sus gobernados, a pesar de tener una presidenta municipal con capacidades muy limitadas, Abelina López, volvieron a votar por ella para reelegirla, a pesar de que el Presidente nunca visitó la zona dañada por Otis, los guerrerenses volvieron a votar por Morena.
Esta situación no hubiera ocurrido si desde el púlpito presidencial, en lugar de profundizar diariamente las diferencias ideológicas, políticas o sociales, se hubiera hecho un llamado a la reconciliación del país.
Lamentablemente no fue así.
El gobierno, sin el Fonden, tendrá que destinar recursos de alguna manera para paliar la situación en Guerrero.
Son 40 municipios los afectados, pero el más visible sigue siendo Acapulco.
Es una pena que la sociedad no está volcada en ayudar a los guerrerenses, y más cuando se esgrime, para no hacerlo, la división alentada desde el gobierno que marcó una frontera entre los fífis, los conservadores, los de derecha, con el pueblo pobre, bueno, sabio.
La conciliación será otra tarea primaria para la nueva presidenta Claudia Sheinbaum, a menos que en su estrategia siga siendo importante dividir al país.
A ver.
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Morena podría perder hoy la segunda alcaldía, si el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación anula la elección en Álvaro Obregón, que ganó el marcelista Javier López Casarín, por haber rebasado el tope financiero de campaña.
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Hoy rendirá protesta como presidente municipal de Tijuana Ismael Burgueño, quien trae en el portafolios planes muy interesantes y aterrizables para la ciudad.
Burgueño está consciente de que el nearshoring es una oportunidad invaluable para exponenciar el crecimiento y la creación de empleo.
Para facilitar las inversiones, plantea un programa de ¡bacheo! que, aunque usted no lo crea, es el principal problema que refieren por igual ciudadanos e inversionistas.
En el tema de la seguridad, Burgueño designará a Julián Leyzaola, un viejo conocido en esas lides.
Suerte.
@adriantrejo