Es inaudito. Es inaceptable. La no invitación a su majestad el Rey Don Felipe VI a la toma de posesión de la nueva presidenta Claudia Sheinbaum, supone una afrenta. Desde Palacio Nacional llegó al ministerio de asuntos exteriores el dichoso comunicado. El monarca español Felipe VI no estaría entre los invitados. No invitar al jefe del estado español supone no invitar a ningún español, no invitar a nadie. No se puede extender una invitación a los diferentes jefes de estado de otros países y no correr la cortesía a quien representa a todos los españoles.
Claudia Sheinbaum no empieza con buen pie, al menos en sus relaciones con España. El presidente Andrés Manuel López Obrador abrió el melón hace cinco años cuando exigió disculpas al rey por los “excesos” de la conquista. Actos que fueron atávicos y sobrepasados por el propio paso de los años y de las centurias. Pero aquellas supuestas explicaciones aderezadas de advertencias a las empresas españolas que operan o quieren operar en México hicieron el resto. La animadversión entre los gobiernos comenzó a ser palpable. Y así llegamos hasta nuestros días.
¿Cuál ha sido la última? La negativa del ejecutivo entrante de no invitar al Rey de España; sí al ejecutivo, pero no al rey.
El gobierno de Claudia Sheinbaum y López Obrador es consciente de que eso es un feo. No se puede invitar al ejecutivo y no al rey de todos los españoles. No se puede traicionar a la propia tradición. El Rey ha asistido a todas las tomas de posesión de los diferentes jefes de estado de todo el mundo. No invitar al Rey es un mal gesto. Así no se deben empezar los gobiernos.
@pelaez_alberto