No buscaron el reconocimiento, lucharon diariamente por mejorar sus comunidades, fueron trabajadoras de la salud, educadoras, líderes sociales, activistas en labores fundamentales para el desarrollo y el bienestar de millones de mexicanas y mexicanos. Una actividad silenciosa y silenciada.
La llegada de Claudia Sheinbaum a la presidencia de la República representa para ellas, las heroínas anónimas a quienes aludió ayer en su mensaje de toma de posesión, la restitución del papel crucial desarrollado en la reivindicación de la izquierda con los pies en la tierra al asirse con voz de la comunidad marginada.
Generalmente exaltamos a las heroínas contribuyentes de la forja de la Patria o significativas de episodios o naturalezas personalísimas e imborrables en el arte, desde Josefa Ortiz —así sin el histórico De Domínguez—, Leona Vicario, Margarita Maza, hasta Frida Kahlo o la emblemática figura de la izquierda desde la década de los ochenta, Ifigenia Martínez, quien en San Lázaro recibió de Andrés Manuel López Obrador la banda presidencial para colocarla a la primera Presidenta del país. Incluso Norma Piña es singular en este tiempo de mujeres.
Desde hace décadas hablamos de la desigualdad entre los sexos y el perjuicio generalizado contra las mujeres. Ahora se reconoce el poderoso significado de dos figuras centrales del obradorismo al frente de las posiciones políticas más importantes, Sheinbaum y Clara Brugada, quien este sábado asumirá la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México en sustitución de Martí Batres.
Sheinbaum representa un cambio de paradigma de la política mexicana, no solamente por ser la primera mujer “en 503 años” sino por no padecer, en la frase del ciudadano Andrés Manel López Obrador, el complejo de querer distanciarse de su principal impulsor, junto al pueblo de México, sino abrazarlo, literalmente y para regocijo de la mayoría ciudadana, varias y sentidas veces.
Las heroínas anónimas tienen la expectativa de ser reivindicadas mediante el fortalecimiento de programas y políticas públicas en apoyo a su emprendedurismo, el acceso a la salud, la educación, la igualdad de género que contribuyan a una democracia más robusta y participativa. Y por supuesto el acceso. La seguridad y la justicia constantemente boicoteado por el pacto patriarcal.
El reto es enorme. No basta con la llegada de una mujer a la Presidencia para erradicar años de ese machismo invisibilizador de quienes representan 51 por ciento de la población, contribuyen con 2.1 por ciento del Producto Interno Bruto, enfrentan una brecha salarial de 16 por ciento respecto a los hombres o se perciben como más inseguras en sus calles.
El proyecto de diez principios expuestos desde el Congreso de la Unión es el bosquejo de una ruta compleja. Nombrar a las heroínas deberá convertirse en asegurar su respaldo activo.
@guerrerochipres