Dentro del ruido estremecedor del barullo conversacional, aparece de pronto el silencio. A ratos parece que gracias al clima la tarde caerá pronto, pero la luz se mantiene encendida. Entre la multitud que va disminuyendo con el paso de las horas está la ensayista Olivia Teroba (Tlaxcala, 1988). Lleva ya un tiempo respondiendo las preguntas de aquellas personas que se han interesado en Dinero y escritura (Editorial Sexto Piso), su más reciente libro.
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Antes de iniciar la conversación que concedió a este diario en el marco del Hay Festival Querétaro, tras exculpar(me) torpemente por ser el último en la fila para charlar, me dice que le gusta mucho estar platicando, que podría hacerlo por horas. Pienso entonces que podemos continuar con tranquilidad.
―El silencio tiene una presencia muy fuerte en tu escritura ―comento a la multipremiada escritora―. En toda tu obra, sí, pero también en este nuevo libro tuyo. ¿Qué podrías reflexionar al respecto de la importancia en Dinero y escritura?
―Es un impulso que me incita justamente a tomar la palabra ―confesó Olivia―. Creo que pensarme escritora ha implicado también entenderme y entender lo que he aprendido de mi contexto, cómo me he formado. Y me di cuenta de que mucha de mi inquietud al hablar tenía que ver con esta tradición de decir lo adecuado, de que exista algo que una pueda decir que sea bueno o malo, y es una enseñanza que tiene que ver con la familia, pero también con la sociedad en general.
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La autora de Respirar bajo el agua piensa que esto viene también de una educación religiosa. Ella misma recuerda que estuvo en una escuela de monjas, pero aprovecha para reflexionar sobre la misma espiral de aprendizajes heredados.
“Aunque la familia no sea religiosa, hay ciertos preceptos que se van pasando de generación en generación. Entonces, el mantenerme callada dentro de mi vida, fue una herramienta para adaptarme y para no incomodar a los otros. Pero con el tiempo me fui dando cuenta que era una herramienta que me hacía mucho daño”, reconoce.
Es larga la lista de escritoras que podríamos consultar para abordar el silencio. Olivia incluida. Pero ella recurre a la escritora afroamericana Audre Lorde, quien escribió: “tu silencio no te protegerá”. Pero, dice la también cuentista, es algo de lo que uno se percata con el tiempo. “No hay manera de sanar si nos quedamos calladas, y lo primero [que tenemos que hacer] para pensar como sanar es… pronunciar, y esto es lo que yo trato de hacer en mi escritura”.
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―Tlaxcala está muy presente en tu escritura ―le digo a Olivia―. En este libro y en Un lugar seguro. ¿Cómo es conjuntar (o no huir de) tu lugar de origen con tu escritura?
―Tengo claro que lo personal es político ―espeta la autora tlaxcalteca―. Y que es parte también de mi labor en el feminismo, o de mi forma de actuar en el feminismo, la escritura. Entonces, cuando empiezo a escribir ensayo personal, quiero hablar de cómo vivimos las mujeres en México, y me interesa particularmente esto, porque el material que tengo es mi experiencia y es lo más cercano, donde puedo notar muchas sutilezas, donde se deja ver el machismo y una estructura patriarcal en gestos muy pequeños.
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Es a propósito de esto que vuelve al tema del silencio, y recuerda una anécdota en la que, luego de decir una mala palabra, “sin saber que era una mala palabra”, frente a su familia, cómo su abuela reaccionó tapándole la boca. Es decir: silenciándola, bajo la idea de tener que guardarlo en lo más hondo.
“Es algo que ha permeado mi vida y sé que también ha permeado la vida de otras mujeres. ¡Simplemente la gente que me rodea, de mi familia! Creo que puede ir más allá, y es por eso que trato de hablar de esto buscando tener cierta distancia, la suficiente para que esta experiencia pueda ser compartida por otras, que puedan identificarse en esas palabras y empezar a narrarse su propia historia”, discurre.
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―Mucho de mi proceso de escritura tiene que ver con hablar conmigo misma, con reflexionar sobre mi manera de sentir y estar ―recuerda la autora de Pequeñas manifestaciones de luz, a propósito de la idea de la colectividad como algo casi obligado por la imposibilidad de la individualidad para subsistir―. Cuando me emancipé de mi familia tuve periodos muy solitarios, donde yo misma no me daba cuenta de que necesitaba compañía. Y muchas veces me refugiaba en la literatura, y es algo muy interesante porque, a veces, se piensa que la gente que lee y escribe es muy solitaria, porque se la pasa rodeada de libros, pero en realidad hay una gran compañía porque están las voces de estas personas. Creo que pensarme como comunidad ha venido también del acto de escribir y de leer.
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―¿Por qué escribe Olivia Teroba? ―pregunto.
―Escribo para romper una tradición de silencio. Escribo para explicarme el mundo, para pensar por escrito. A veces lo pienso en voz alta, pero bueno, Marguerite Duras decía que “escribir es aullar sin ruido”. Hay algo que, cuando escribo, pienso de otra forma, una más ordenada. También escribo para comunicar estos pensamientos, [pues] me interesa que la escritura sea un acto de reflexión, y también una forma de apreciar de otra manera el mundo.
―Aura García-Junco realizó una reseña de tu libro. En ella habla sobre, extrañamente, los personajes de este libro tuyo que en realidad es un ensayo. ¿Qué te da el ensayo que no te ofrezcan otros géneros?
―Mucha libertad ―responde sin inmutarse―. Siento que los otros géneros son más estructurados, y eso puede ser muy útil cuando estás empezando o para contar alguna historia muy compleja. Pero lo que te da el ensayo es la libertad de formarte estos híbridos ―entonces recuerda una propuesta que viene dentro de su libro, sobre una exposición de arte―. Creo que el ensayo permite jugar, experimentar como no es tan sencillo con otros géneros.
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Sin dejar que la lluvia que golpea el techo del espacio donde nos encontramos, Olivia me contaba sobre esos proyectos que siempre se está inventando en la cabeza, pues siempre está pensando en escribir. “Es muy gracioso porque le cuento a mi pareja “tengo un proyecto en la cabeza”, y me dice “¡¿Otro?! No has acabado ninguno de los anteriores””, recuerda.
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Pero luego, retomando el hilo de la charla, confiesa que está trabajando en una novela desde hace tiempo, cómo quiere enfocarse en ello pero sin prisa, sino con mucha calma, y seguir “haciendo notas por encargo, tomando notas, abandonando proyectos”. Entonces concluye alrededor de eso con la máxima de aquellas que escriben: “estoy escribiendo, pero no voy a publicar pronto”.
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Finalmente, Olivia dice ―respecto a lo que implica escribir, vivir de ello, las remuneraciones y todo lo que implica dedicarse, pues, a la escritura―, refiriéndose al gremio, que “tenemos que valorar nuestro propio esfuerzo”, prescindir de la idea de que la literatura es muy etérea y de pocas oportunidades, pues “eso mismo hace que no le demos tanto valor y ocurre que aceptamos muchos trabajos, muchas comisiones o participaciones en eventos sin cobrar nada, y creo que es algo que necesitamos empezar a solicitar muy atentamente”. Pasar del enojo a la negociación, a la remuneración, que ese tiempo que se invierte, se pague.
“Por mí sería mejor que hubiera menos eventos (culturales, de promoción de la cultura), pero que en todos se le pagara a todo el mundo, desde la gente que está haciendo la logística hasta la gente que está participando”, concluye.