Brasil se sumergió ayer en una nueva jornada electoral, donde más de 155 millones de votantes eligieron a alcaldes y concejales en más de cinco mil 500 municipios, en un clima de tensión marcado por la polarización política que domina el país desde 2018.
Estos comicios, considerados un termómetro para las elecciones presidenciales de 2026, encontraron a Luiz Inácio Lula da Silva y Jair Bolsonaro en un rol secundario, con ambos líderes optando por una participación discreta.
La capital paulista, São Paulo, destacó en la contienda. Allí, el actual alcalde, Ricardo Nunes, respaldado por Bolsonaro, y el izquierdista Guilherme Boulos, apadrinado por Lula, se enfrentarán en una segunda vuelta tras un reñido primer escrutinio.
En esta ciudad, la más poblada de Latinoamérica, el outsider Pablo Marçal sorprendió al posicionarse en tercer lugar, a un punto porcentual de Nunes y Boulos.
Señalado de lanzar noticias falsas, Marçal centró su campaña en acusaciones y burlas hacia sus rivales. Durante un debate, fue golpeado con una silla en un arrebato de furia de un adversario, en lo que trascendió como “a cadeirada” (el sillazo).
A nivel estatal, en Río de Janeiro, el centrista EduardoPaes fue reelecto con un aplastante 60%, debilitando las aspiraciones bolsonaristas.
A pesar de la inhabilitación de Bolsonaro, su influencia permanece intacta en el electorado, lo cual refleja una resistencia que podría afectar las elecciones de 2026.