Ni los apostadores se atreven a inclinar la balanza sobre quién triunfará en las elecciones presidenciales de los Estados Unidos que se llevarán a cabo en apenas 28 días.
Están tan cerradas las encuestas que, literalmente, hay un 50% de posibilidades de que Kamala Harris haga repetir al partido Demócrata en la presidencia y otro 50% da la opción a Donald Trump, del partido Republicano, de regresar a La Casa Blanca.
En el complejo sistema electoral estadounidense, los esfuerzos de los dos aspirantes se centran en los llamados estados bisagra, en los que no hay una clara preferencia para ninguno de los dos y pueden abrir para cualquier lado.
Vamos, Kamala Harris no necesita hacer gran campaña electoral en California, porque tiene ese estado una clara vocación Demócrata y Donald Trump puede dar por descontado que Texas es para sus intereses republicanos.
Pero en esa contienda cerrada, en la búsqueda de conseguir esos Swing States que les permita completar los 270 colegios electorales necesarios para obtener el triunfo presidencial, se empiezan a radicalizar para despertar el interés de los indecisos y de los apáticos para que salgan a votar.
Y en esa radicalización México se atraviesa como un referente polémico por los múltiples problemas bilaterales que sí existen y los que inventan.
Narcotráfico, crimen organizado, migración son problemas reales en la visión de los estadounidenses que sí generan atención mediática en aquel país.
La relación comercial norteamericana, vía el T-MEC, lejos de ser un problema, es una solución para Washington en su disputa con China, pero ambos candidatos lo ponen en la mira de sus electores radicales como una forma de generar un sentimiento nacionalista que los lleve a votar.
Sería lógico pensar que si el acuerdo hoy vigente entre México, Estados Unidos y Canadá fue una iniciativa de Donald Trump, no tendría por qué atacar ese pacto comercial.
Sin embargo, eso es materia del sentido común y claramente no es el lado más fuerte de Trump, así que la amenaza comercial principal es imponer aranceles a los autos fabricados en México, importados a Estados Unidos.
Lo hace, además, con una larga lista de mentiras, como aquello de que los chinos construyen dos plantas de autos eléctricos para exportar a Estados Unidos y amenaza con impuestos del 100% a los autos hechos en México.
Del lado demócrata, Kamala Harris recuerda cada vez que puede que ella votó en contra del T-MEC y que si gana la presidencia hará una exhaustiva revisión del acuerdo en el 2026, sobre todo en materia automotriz.
Muchas de las amenazas comerciales de las campañas serán los olvidos del gobierno, sobre todo, porque la principal afectación resultaría para las empresas de su propio país, pero el ruido ahí está presente.
Donde parece inevitable que uno u otra tomen medidas más drásticas será en el control fronterizo ante el incremento de la inmigración y el tráfico de fentanilo.
Los muros y los despliegues de más fuerzas federales en la línea fronteriza sí podrían encontrar el consenso entre demócratas y republicanos a partir del próximo año.
Trump aplicar arancel 100% a los autos importados de México, después dijo 200.
@campossuarez