La estrategia de seguridad que anunció el Gobierno de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo el lunes 7 en la Mañanera mantiene todo el sentido de la estrategia del sexenio del presidente López Obrador y solo dejó entrever en los primeros días de operación un ligero paso adelante en la utilización de la Guardia Nacional y la Secretaría de la Defensa Nacional en lo que podría ser movilizaciones de disuasión.

Todos los expertos en seguridad saben que la estrategia de seguridad del Gobierno mexicano está atrapada entre una estructura gubernamental todavía desarticulada y un crimen organizado dispuesto a estallar la violencia contra cualquier intento de someterlo a la disciplina judicial.

En este escenario se localiza la gravedad de la inseguridad en México: el crimen organizado se fortaleció desde 1982 en que se diluyó el control del Estado sobre los delincuentes y a la fecha los aproximadamente quince cárteles delictivos tienen capacidad autónoma relativa no para tomar el control del Estado, pero sí para mantener a sangre y fuego el poder en zonas territoriales específicas en caso de alguna ofensiva gubernamental.

La respuesta del Cártel de Sinaloa en octubre del 2020 por el arresto del capo Ovidio López Guzmán fue el famoso culiacanazo que obligó al Estado federal a liberarlo, pero meses más tarde ese mismo Estado se reorganizó para volverlo a capturar y entregarlo a Estados Unidos en un operativo impresionante de movilización de fuerzas federal que intimidó a los delincuentes.

Si se entiende bien la estrategia de seguridad actual, se combatirá el tráfico y el consumo y se tendrán cercos alrededor de los grandes capos pero sin confrontarlos para evitar respuestas violentas en las calles.

Lo que falta por aclarar es si solo se bajará la violencia con operaciones de disuasión o si se tomará la decisión de descabezar sin violencia a los cárteles para obligarlos a su desmantelamiento total.

 

Zona Zero

  • Los golpes contra el Cártel de Sinaloa han quedado como una lección de respuesta estratégica de las bandas delictivas: el descabezamiento de los liderazgos criminales lleva a la multiplicación de grupos violentos y no a la desarticulación total de las estructuras delictivas. Y hay evidencias de que la lucha por el poder ante el arresto de los grandes capos es lo que provoca la violencia en la disputa por las bandas y los territorios.

 

(*) Centro de Estudios Económicos, Políticos y de Seguridad.

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