La representación del loco y del bufón en la historia del arte es el tema de una vasta antología con más de 327 pinturas, dibujos y objetos en el museo del Louvre.
La muestra Las Figuras del Loco (16 de octubre al 3 de febrero) abarca desde la Edad Media al Romanticismo, una vasta mirada sobre un fenómeno que fascina e inquieta a los europeos durante siglos, hasta que el Siglo de las Luces pone fin a esa obsesión … aparentemente.
“El tema del loco plantea la cuestión del artista que no entra en las normas”, en palabras de la presidenta y directora del museo parisino, Laurence Des Cars, durante una visita de la exposición.
Cuando la figura del orate empieza a distinguirse ya tomar cuerpo en el arte medieval, Europa es un continente que aún convive estrechamente con las grandes epidemias, la enfermedad y la muerte.
Empieza a aparecer como una pequeña figura en los manuscritos iluminados, en los márgenes, a menudo ataviado con un gorro con cascabeles, un largo garrote de madera en la mano.
A veces toca la gaita, más adelante estará rodeado de animales exóticos, como el mono, otras veces solo y medio desnudo, vociferando contra el mundo.
En el pensamiento religioso, el loco era el “lunático que rechazaba a Dios” explica la comisaria de la exposición, Elisabeth Antoine-König.
Pero pronto adoptará otra personalidad: la del bufón, el cómico que no teme decir las verdades a la cara de sus vecinos, más adelante ante el mismo rey.
En el siglo XV, el segundo libro más vendido en Europa, después de la Biblia, es La Nave de los Locos de Sébastien Brant, publicada en Basilea durante el Carnaval de 1494.
Poco a poco los artistas y los escritores le pierden el miedo a los chiflados, que en ocasiones son su mejor aliado. Peter Brueghel o El Bosco lo incluyen como parte esencial de sus cuadros.